miércoles, 31 de octubre de 2007

La sangre de los mártires

La próxima beatificación de 498 mártires de la Guerra Civil ha levantado ronchas entre los gerifaltes y sicarios del Régimen, que ven en ella un desafío a la llamada Ley de Memoria Histórica. Y vaya si lo es. Se trata, sin duda, del más formidable desafío que se pueda concebir. La beatificación de los mártires nos recuerda, en primer lugar, que la Guerra Civil no fue esa historieta de buenos y malos que el Régimen pretende imponer, donde unos ponían la sangre y otros el plomo. La beatificación de los mártires nos recuerda que la Segunda República, erigida por el Régimen en espejo de virtudes en el que nuestra democracia debe contemplarse, estimuló y exacerbó el odio antirreligioso desde el instante mismo de su fundación y permitió que, tras el alzamiento militar, la cacería indiscriminada del católico se convirtiese en el pasatiempo predilecto de las milicias socialistas, comunistas y anarquistas, a las que los irresponsables gobernantes republicanos proveyeron de armas para que pudiesen traducir en cadáveres el odio que previamente les habían inoculado. Más de siete mil religiosos fueron martirizados en aquellas jornadas de oprobio; el número de seglares que corrieron idéntica suerte aún no ha sido fijado, pero su establecimiento –si es que algún día se logra– dejará chiquitas esas cifras. El Régimen no soporta que tales muertos sean conmemorados, porque deslucen la memoria distorsionada y sectaria de aquel conflicto.

Sólo por ser católicos

Pero la naturaleza del desafío que supone la beatificación de los mártires es de una naturaleza mucho más honda. La llamada Ley de Memoria Histórica se funda sobre una argamasa de rencor y apriorismos ideológicos falaces. Primero se establece que quienes combatieron en el bando republicano fueron unos luchadores por la democracia y la libertad (cuando lo cierto es que muchos de ellos combatieron por instaurar las más feroces formas de tiranía imaginadas por el hombre); después se trata de mantener viva su memoria para que sirva como acicate del resentimiento, para que ese resentimiento siga infectando la convivencia de los españoles. La sangre de los mártires se alza contra este propósito cainita. Pues quienes ahora van a ser beatificados no fueron asesinados por simpatizar con tal o cual ideología; tampoco lo fueron por batallar en tal o cual bando. Fueron asesinados, única y exclusivamente, por profesar la fe católica, por ser testigos de Cristo. La Iglesia no beatifica a curas trabucaires que se echasen al monte a pegar tiros; tampoco a católicos que fuesen condenados a muerte por haber conspirado contra la República. El reconocimiento de la muerte martirial exige como condición sine qua non que no interfieran motivos de índole política; mártir significa "testigo", y sólo quienes fueron asesinados por dar testimonio de su fe merecen tal reconocimiento.

El sentido de esas muertes

Y aquí radica, precisamente, la naturaleza desafiante de aquellas muertes. Los mártires que van a ser beatificados podrían haber salvado el pellejo abjurando de su fe; pero su entereza no tembló en aquel trance: entendieron que la fe que profesaban bien merecía el sacrificio del don más valioso que al hombre le es entregado. Y entendieron también que ese sacrificio máximo sólo sería valioso si imitaba el sacrificio redentor del Gólgota. Aquellos hombres y mujeres murieron perdonando a quienes los mataban, murieron amando a quienes los mataban, seguros de que su sangre se convertiría en fermento fecundo. Aquí radica la belleza de su sacrificio, la escandalosa y subversiva belleza de su muerte: murieron con la alegría de saberse amados por Quien iba a acogerlos en su seno, murieron amando a quienes los odiaban, seguros de que ese amor derramado sobre la tierra no sería baldío, seguros de que su sangre acabaría propiciando una cosecha fecunda de reconciliación. Conmemorar a aquellos mártires significa reafirmar su voluntad de amor, significa exorcizar el odio, significa celebrar la belleza de la vida que vuelve a florecer generosamente incluso allí donde ayer se sembró la muerte. Y significa, desde luego, un desafío formidable.

Juan Manuel de Prada
ABC 8-X-07

lunes, 29 de octubre de 2007

Testimonio de un martirio

Bartolomé Blanco Márquez es uno de los más jóvenes miembros del grupo de 498 mártires que el Papa Benedicto XVI beatificará este domingo en el Vaticano. Católico comprometido, este laico de casi 22 años de edad escribió a pocas horas de morir una conmovedora carta a su novia Maruja, que se cuenta como testimonio de su heroico martirio.

"Tu recuerdo me acompañará a la tumba y mientras haya un latido en mi corazón, éste palpitará en cariño hacia ti. Dios ha querido sublimar estos afectos terrenales, ennobleciéndolos cuando los amamos en Él. Por eso, aunque en mis últimos días Dios es mi lumbrera y mi anhelo, no impide que el recuerdo de la persona más querida me acompañe hasta la hora de la muerte", comienza la carta.

Su historia

Bartolomé nació en Pozoblanco el 25 de noviembre de 1914. Huérfano desde niño, fue criado por unos tíos y trabajaba de sillero. Fue asiduo alumno del colegio salesiano de Pozoblanco y ayudó como catequista. A los 18 años de edad fue elegido secretario de la Juventud Masculina de Acción Católica en Pozoblanco.

En esta ciudad fue encarcelado el 18 de agosto de 1936, cuando estaba de permiso durante el servicio militar que prestaba en Cádiz. El 24 de septiembre fue trasladado a la cárcel de Jaén, donde coincidió con quince sacerdotes y otros laicos fervorosos. Ahí fue juzgado, condenado a muerte y fusilado el 2 de octubre de 1936.

Durante el juicio sumario, Bartolomé dejó constancia de su fe y profesó con entereza inquebrantable sus convicciones religiosas. Bartolomé no pidió que le cambiaran la pena capital impuesta y ante el tribunal comentó sin inmutarse que si seguía vivo seguiría siendo un católico militante.

Las cartas que escribió en la víspera de su muerte a sus familiares y su novia Maruja constituyen una prueba fehaciente de su fe.

"Sea esta mi última voluntad: perdón, perdón y perdón; pero indulgencia, que quiero vaya acompañada de hacerles todo el bien posible. Así pues, os pido que me venguéis con la venganza del cristiano: devolviéndoles mucho bien a quienes han intentado hacerme mal", escribió a sus tías y primos.

El día de su ejecución dejó la celda con los pies descalzos, para parecerse más a Cristo. Besó sus esposas, sorprendiendo al guardia que se las puso. No aceptó ser fusilado de espaldas. "Quien muere por Cristo, debe hacerlo de frente y con el pecho descubierto. ¡Viva Cristo Rey exclamó y cayó acribillado junto a una encina.

Este domingo Bartolomé Blanco será beatificado en Roma, dentro del grupo de los 63 mártires de la Familia Salesiana.

La carta a Maruja

Este es el texto completo de la conmovedora carta que Bartolomé escribió a su novia.

Prisión Provincial. Jaén, 1 de octubre de 1936.

Maruja del alma:

Tu recuerdo me acompañará a la tumba y mientras haya un latido en mi corazón, éste palpitará en cariño hacia ti. Dios ha querido sublimar estos afectos terrenales, ennobleciéndolos cuando los amamos en Él. Por eso, aunque en mis últimos días Dios es mi lumbrera y mi anhelo, no impide que el recuerdo de la persona más querida me acompañe hasta la hora de la muerte.

Estoy asistido por muchos sacerdotes que, cual bálsamo benéfico, van derramando los tesoros de la Gracia dentro de mi alma, fortificándola; miro la muerte de cara y en verdad te digo que ni me asusta ni la temo.

Mi sentencia en el tribunal de los hombres será mi mayor defensa ante el Tribunal de Dios; ellos, al querer denigrarme, me han ennoblecido; al querer sentenciarme, me han absuelto, y al intentar perderme, me han salvado. ¿Me entiendes? ¡Claro está! Puesto que al matarme me dan la verdadera vida y al condenarme por defender siempre los altos ideales de Religión, Patria y Familia, me abren de par en par las puertas de los cielos.

Mis restos serán inhumados en un nicho de este cementerio de Jaén; cuando me quedan pocas horas para el definitivo reposo, sólo quiero pedirte una cosa: que en recuerdo del amor que nos tuvimos, y que en este instante se acrecienta, atiendas como objetivo principal a la salvación de tu alma, porque de esa manera conseguiremos reunirnos en el cielo para toda la eternidad, donde nada nos separará.

¡Hasta entonces, pues, Maruja de mi alma! No olvides que desde el cielo te miro, y procura ser modelo de mujeres cristianas, pues al final de la partida, de nada sirven los bienes y goces terrenales, si no acertamos a salvar el alma.

Un pensamiento de reconocimiento para toda tu familia, y para ti todo mi amor sublimado en las horas de la muerte. No me olvides, Maruja mía, y que mi recuerdo te sirva siempre para tener presente que existe otra vida mejor, y que el conseguirla debe ser la máxima aspiración.

Sé fuerte y rehace tu vida, eres joven y buena, y tendrás la ayuda de Dios que yo imploraré desde su Reino. Hasta la eternidad, pues, donde continuaremos amándonos por los siglos de los siglos.

Bartolomé.

domingo, 28 de octubre de 2007

Aires de renovación

Hace ya varios siglos, se viene repitiendo que «hay que adaptar la doctrina católica a nuestro siglo». ¿Será esta nuestra tarea? Creo que nuestro deber es a la inversa, que debe ser adaptarnos a la verdad de Dios. La verdad del Señor permanece para siempre. Los santos, que fueron al mismo tiempo unos gigantes del pensamiento, fueron fuentes vivas entre lo antiguo y lo nuevo. Son el tronco estable del árbol que se renueva, dando hojas y frutos nuevos. Toda reforma auténtica comienza ahondando en las raíces, no matándolas.

Como las raíces están bajo tierra, la verdadera reforma comienza en el silencio, respetando lo que hay, para provocar los nuevos gérmenes que darán nuevos frutos. Sin estabilidad orgánica, sin continuidad, no hay vida. La sangre nueva solo sirve cuando se une a la sangre vieja. Es siempre una vida renovada, un renacer.

Dios creó una sola vez la vida. A nosotros nos toca continuarla. La fidelidad a la tradición es la ley primera de la auténtica cultura del espíritu. Y... ¿qué es la tradición? Es lo estable, que nos ha entregado Dios, que lo han tomado los espíritus nobles para asimilarlo y que luego han transmitido a los demás. Ocurre lo mismo en la vida física que con la intelectual y la espiritual. Abrir una zanja, entre lo antiguo y lo nuevo, sin puentes, es romper el ritmo de la vida. Solo hace cultura y progreso quien une al fin con el medio y el medio con el principio, el fruto con la raíz. Muchos parecen haber olvidado estos principios elementales.

Nuestros principios cristianos son la creación, la revelación, la encarnación, la redención, la institución de la Iglesia y el Cuerpo Místico. El comienzo de Europa y el descubrimiento de América... ¿qué pensamiento tuvieron los que dieron principio a estas grandes cosas que llenan la historia? ¿Cuál es el sentido de estos hechos? ¿Podemos reformar si no los conocemos? ¿Y si no conocemos la forma original de estas instituciones?

Todo cambio auténtico debe partir de la visión del todo. El todo humano implica la historia, lo de hoy supone lo de ayer. La originalidad, dice Goethe, está integrada de pequeños elementos que hemos heredado o recibido de otros. Solo Dios es absolutamente original, porque sólo El crea. Los santos poseían esta cualidad,que es el equilibrio entre lo tradicional y lo nuevo. Por eso, fueron y serán en su tiempo los únicos renovadores.

Monseñor Antonio González. Sacerdote
conoZe.com
23.X.2007

martes, 23 de octubre de 2007

¿Cómo lo ve Dios?

Dios está de moda, aunque sea disparatadamente, como, por ejemplo, en las relativamente recientes declaraciones de Moratinos o en la exposición del Centro de la Villa de Madrid. Está de moda siempre, aunque sea para escupir en su rostro de Verbo encarnado o para negarlo sistemáticamente. También para buscarlo seriamente. Muy importante ha de ser el asunto si incluso los no partidarios le dedican tanta tinta o celuloide. A unos les estorba, a otros les compromete, algunos, quizá con buena voluntad —que ya es conceder—, piensan en la religión como causa de todas las catástrofes y la emprenden con ella en una auténtica guerra que desdice del aparente noble empeño de paz. Cierto que han existido guerras de religión, pero muy pocas en comparación con las restantes. También se olvidan las múltiples intervenciones de la Iglesia católica —y de otras— a favor de la paz amenazada. Por cierto, a nuestra guerra civil no se la llamó guerra de religión, pero se la persiguió implacablemente, tal vez como nunca en la historia: fueron mártires doce obispos y más de seis mil sacerdotes y religiosos en el espacio de unos meses, además de muchos seglares católicos. ¿Eran unos fanáticos al estilo de los que comenta el ministro de Exteriores?

Hago esta introducción para afirmar que Dios esta ahí; y que la existencia del Creador compromete a la criatura, para ser feliz, pero siendo honesta con su propia naturaleza. No es infrecuente oír frases de este estilo: es normal que se acueste con su novio porque se quieren; si un embrión humano puede curar, que se investigue con él aunque muera en el empeño (hay que decir que han muerto muchísimos y no han curado nada); yo pienso que no hay infierno; a mí me da igual ir a misa en domingo que otro día cualquiera; mi hermana vive con su novio y yo lo veo bien. Y muchas más. Sé que esto escuece y, cuando se intenta explicar, la respuesta es que la Iglesia está anclada en el pasado.

La Iglesia está anclada en el ser de las cosas, la Iglesia es Cristo en el tiempo (cardenal Ratzinger). Por eso, si desbaratamos la Iglesia, hacemos otro tanto con Cristo y, en consecuencia, con Dios, puesto que Cristo es Dios encarnado. Pero se pierde también la realidad, que es falseada. Unos lo intentan intelectualmente y otros con la facilonería en el vivir, que está dirigida, aunque se ignore, por esa manera de pensar. En definitiva, Dios compromete porque, si existe, las cosas son como Él las ve y no como las miran unos ojos más o menos turbios —quizá inculpablemente—, más o menos miopes —no les han dado los medios para ver—, más o menos interesados, y hasta tal vez desinteresados, sin olvidar que existe la conciencia invenciblemente errónea.

La fe es un don de Dios, que nos lleva a fiarnos de Él, no porque comprendamos totalmente lo que revela sobre Sí mismo y sobre el hombre. Creemos, por la autoridad divina, que no puede engañarse ni engañarnos. Sé también que hay gente a la que esta afirmación le parece propia de inmaduros o infantiloides, porque ven más lleno de madurez al que actúa con juicio propio. Y, en cierto sentido, es verdad, pero con un orden, porque no formamos un buen juicio sobre asunto alguno si no lo estudiamos en el nivel y forma adecuada, si no acudimos a expertos, etc. Lo verdaderamente inmaduro sería no hacer esto. Nadie, por ejemplo, se dispone a juzgar un programa informático si desconoce esta materia. Pues Dios es infinitamente más sabio que la informática y, como decía san Josemaría, un hombre sin Dios es un sin sentido.

Esta última frase no esta pronunciada para ofender: es la advertencia, llena de cariño, de que perdemos el norte cuando nos alejamos de Él y mucho más si soltamos totalmente las amarras. Sin el Creador, la criatura se diluye, afirmó hace años el entonces cardenal Wojtyla. Quizá somos tan autónomos de Dios porque olvidamos o ignoramos que las gentes y las cosas son como las ve Él, de modo que es más fácil, natural y razonable conocer el mundo con los ojos de Dios. Esos ojos están, en primer lugar, en la luz natural de la razón humana, que el hombre posee por haber sido creado a imagen de Dios. Naturalmente, esa razón se oscurece y perturba cuando los actos del hombre se alejan progresivamente del querer de su Hacedor. Pero Dios es amor y está dispuesto a que veamos con sus ojos bien revelando lo alcanzable por la razón, bien sanando esta, al deponer nuestra soberbia. Decía san Ireneo que «el Verbo de Dios ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el hombre, según la voluntad del Padre». De no ser así, la soberbia humana nos llevará a un mundo en el que lo normal es raro y lo raro se ve normal.

Pablo Cabellos Llorente
Las Provincias
13.X.2007

lunes, 22 de octubre de 2007

Personalidades musulmanas buscan el diálogo con las Iglesias cristianas

Envían una carta en la que sugieren un terreno común de entendimiento y diálogo

Hace un año, Benedicto XVI fue el destinatario de una carta abierta de 38 personalidades musulmanas en la que respondían al diálogo iniciado por la lección magistral que el Papa ofreció en la universidad de Ratisbona (12-09-2006). Fue la primera vez que figuras del mundo islámico tan dispares hablaban al unísono.

El aniversario de aquella carta –12 de octubre– ha marcado otro hito en el diálogo interreligioso. Hasta 138 personalidades han firmado una nueva carta, Una palabra común entre nosotros y vosotros, dirigida en esta ocasión a todos los líderes de las Iglesias cristianas.

Los autores del texto recuerdan que musulmanes y cristianos constituyen más de la mitad de la población mundial. “Sin paz y justicia entre ambas comunidades religiosas no puede haber paz significativa en el mundo”. Esta paz y comprensión mutuas se basan en “los principios que constituyen los fundamentos verdaderos de ambas religiones: el amor al Dios Único y el amor al prójimo”.

Los dos mandamientos del amor

En una larga exposición los autores incluyen citas del Corán, del Nuevo Testamento y de la Torá para concluir que de ahí se deriva una palabra común. “Aunque el Islam y el Cristianismo son, de manera evidente, religiones diferentes –y algunas de sus diferencias formales no pueden ser minimizadas–, es claro que los dos principales mandamientos representan un terreno común, así como un lazo entre el Corán, la Torá y el Nuevo Testamento”.

Los firmantes mantienen que “las mismas verdades eternas que son la Unidad de Dios, la necesidad de amarle y de adorarle totalmente (excluyendo, pues, toda falsa divinidad), y la necesidad de amar a los seres humanos (y por lo tanto la justicia), están en la base de toda religión verdadera”.

Más adelante aseguran que “en cuanto musulmanes, decimos a los cristianos que no estamos contra ellos y que el Islam no está contra ellos, mientras no declaren la guerra a los musulmanes a causa de su religión, que no los opriman y que no les expulsen de sus tierras”.

Para argumentar que los cristianos tampoco están contra los musulmanes citan los Evangelios: “El que no está contra nosotros, está con nosotros” (Marcos 9,40 y Lucas 9,50), lo que a su juicio se refiere a las gentes que reconocen a Jesús, pero no son cristianos. Recuerdan que “los musulmanes reconocen a Jesucristo como el Mesías, aunque no como los cristianos”, sino como “el Mesías Jesús, hijo de María, un enviado de Dios, su Verbo depositado en el seno de María, un Espíritu que emana de Él”.

Los firmantes concluyen: “No hagamos de nuestras diferencias un motivo de odio y de querellas entre nosotros. Rivalicemos los unos con los otros en la piedad y las buenas obras”.

Los autores musulmanes piensan que Dios “ha trazado a cada comunidad un itinerario y una regla de conducta que le es propia. Y si Dios lo hubiera querido, habría hecho de todas una sola comunidad; pero ha querido probarnos para ver el uso que cada comunidad haría de lo que Él le ha concedido”. Se trata, pues, de rivalizar en esfuerzos para realizar buenas obras.

Un tono nuevo

El cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, señaló en Radio Vaticano que “se trata de un texto muy interesante porque procede tanto de musulmanes sunitas como chiitas. Es un documento no polémico, con numerosas citas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento”. Calificó la misiva como “una señal muy alentadora, ya que demuestra que la buena voluntad y el diálogo son capaces de vencer los prejuicios”.

Entre quienes se han adherido al documento de 29 páginas hay profesores universitarios y estudiosos, ayatolás, imanes, grandes muftís y jeques, y forman parte de las principales tendencias del islamismo. La iniciativa ha sido auspiciada por el Real Instituto al-Bayt para el Pensamiento Islámico, patrocinado por el rey Abdullah II de Jordania.

Precisamente el pasado 5 de octubre, Benedicto XVI pronunciaba un discurso dirigido a los participantes en la sesión plenaria de la Comisión Teológica Internacional, mediante el cual proponía la ley natural como “base para entablar el diálogo con todos los hombres de buena voluntad”. Ley, que como el Papa recordó con palabras del Catecismo, “está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo”.

Benedicto XVI alertó de “un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva”, fruto del escepticismo y el relativismo ético, “que es crisis de la civilización humana, antes incluso que cristiana”. Frente a esta tendencia, es necesario crear “las condiciones necesarias para una plena conciencia del valor inalienable de la ley moral natural”. “Del respeto de esta ley depende, de hecho, que las personas y la sociedad avancen por el camino del auténtico progreso, en conformidad con la recta razón, que es participación en la Razón eterna de Dios”, dijo el Papa.

De nuevo, “el ancho campo de la razón” como lugar de encuentro, tal y como señaló el 12 de septiembre de 2006 en Ratisbona.

Firmado por Aceprensa Fecha: 17 Octubre
2007

domingo, 14 de octubre de 2007

El heroísmo de ser cristiano en Corea del Norte

La cruel persecución que los creyentes sufren no impide que aumente el número de conversos

Corea del Norte “ha hecho todo lo posible para aplastar la fe; incluso la vecina China permite con diferencia más libertad religiosa”, se lee en un artículo de Newsweek (1-10-07) sobre la persecución que los cristianos afrontan en el país comunista. El reportaje narra la historia de Son Jong Nam, un funcionario comunista que, desencantado con la falta de perspectivas en el país, emigró a través de China hacia Corea del Sur, donde se convirtió al cristianismo. Desde allí regresó a su lugar de origen con la intención de predicar el evangelio. En la actualidad, aguarda en la cárcel que llegue el día de su ejecución o que la presión internacional logre salvarle la vida.

“Teóricamente, Corea del Norte permite libertad religiosa; incluso mantiene las catedrales de Potemkin, donde se supone que los fieles son bienvenidos y cada domingo se celebran malas copias de servicios religiosos, realizados por cuadros leales al partido comunista. En realidad, sin embargo, el gobierno de Kim Jong Il tiene una historia de persecución de creyentes con las más salvajes de las maneras, incluyendo ejecuciones públicas. La religión, dicen los activistas, es vista como una amenaza particular por Kim, quien, como su padre, Kim Il Sung, ocupa el centro de un estrafalario culto a la personalidad con numerosos matices religiosos”, dice el artículo. Y, citando a un miembro de una ONG cristiana americana, dice que ser cristiano “es visto casi como una traición contra todo el sistema político... construido para divinizar al líder”.

Las estimaciones de cristianos en el país van desde unas pocas decenas de miles a los cien mil, la mayoría de los cuales es protestante. “Muchos de los cristianos encuentran la religión del mismo modo que Son Jong Nam. Viajeros que cruzan la frontera y contactan con grupos misioneros protestantes de Corea del Sur, que juegan un papel destacado en ayudar a los del Norte a escapar de China -donde, si son capturados, serán enviados de vuelta a su país”. Un profesor de religión en la Hanshin University dice que el gobierno norcoreano ha tenido bastante éxito a la hora de hacer fracasar iglesias organizadas, pero “la gente está volviendo a la religión crecientemente a medida que su sufrimiento aumenta”.

“Como las catacumbas de Roma, las iglesias de Corea del Norte tienen que ser clandestinas para sobrevivir”, dice un pastor del Sur que catequiza a norcoreanos en territorio chino, junto a la frontera con el Norte. “El cristianismo pasó de padres a hijos y a nietos, creando iglesias familiares”, añade.

El artículo señala que muchos fieles abandonan el país. Y quienes quedan atrás, tienen que ser cautelosos, envolviendo sus Biblias y enterrándolas en el patio trasero cuando no las necesitan. “Predicadores asentados en China a veces llevan a cabo servicios a través de llamadas ilegales por teléfono móvil. En cinco o diez minutos, el pastor lee la Biblia y reza por enfermos y necesitados. Los fieles tienen que acortar estos servicios porque las autoridades norcoreanas persiguen los teléfonos usando rastreadores GPS. Quienes son cogidos en el culto o haciendo contrabando con biblias pueden ser enviados a campos de concentración... o simplemente ejecutados en plazas urbanas delante de una audiencia reclutada a la fuerza”.

“Dado ese nivel de represión -concluye el reportaje-, es difícil de imaginar que la religión organizada pudiese, a pesar de la paranoia de Kim, llegar a convertirse en una amenaza real para su dirección en algún momento próximo”. Recuerda, sin embargo, el papel de la iglesia católica en la lucha contra el comunismo en Polonia, o que “en 1986, fue un cardenal católico en Manila quien lideró a los manifestantes en el levantamiento” contra el régimen autoritario de Ferdinand Marcos. “El cristianismo cuenta con un poderoso historial anti-autoritario en Corea, donde la religión jugó un papel en la lucha clandestina contra el colonialismo japonés. Y el creciente atractivo del cristianismo señala que cada vez más norcoreanos podrían estar buscando alternativas al culto comunista a la personalidad”, dice.

Firmado por Newsweek Fecha: 10 Octubre
2007
Aceprensa.com

miércoles, 3 de octubre de 2007

La santidad

Aunque parezca paradójico, para muchas personas es mucho más fácil conducirse abnegadamente en tiempo de crisis que cuando la vida sigue su curso normal en imperturbada tranquilidad. Cuando todo marcha fácilmente no hay nada que nos haga olvidar nuestro precioso yo, nada (excepto nuestra voluntad de mortificación y el conocimiento de Dios) que distraiga nuestra mente de las distracciones con que quisimos identificarnos; tenemos perfecta libertad de revolearnos en nuestra personalidad a nuestro gusto. Y ¡cómo nos revolcamos! Por esta razón todos los maestros de la vida espiritual insisten tanto en la importancia de las pequeñas cosas.

Dios requiere el fiel cumplimiento de la menor bagatela que se nos dé por hacer, mejor que la más ardiente aspiración a cosas a que no somos llamados.
San Francisco de Sales

"No hay nadie en el mundo que no pueda llegar sin dificultad a la perfección más eminente cumpliendo con amor deberes oscuros y comunes".
J. P. de Caussade

"Hay gente que mide el valor de las buenas acciones solamente por sus cualidades naturales o su dificultad, dando la preferencia a lo que es conspicuo o brillante. Esas personas olvidan que las virtudes cristianas, que son inspiraciones de Dios, deben mirarse desde el lado de la gracia, no del de la naturaleza. La dignidad y dificultad de una buena acción ciertamente afecta lo que técnicamente se llama su valor accidental, pero todo su valor esencial viene del amor solo".
Jean Pierre Camus citando a San Francisco de Sales

El santo es aquel que sabe que cada momento de nuestra vida humana es un momento de crisis; pues en cada momento se nos llama a tomar una importantísima decisión —escoger entre el camino que lleva a la muerte y la tiniebla espiritual y el camino que lleva a la luz y la vida; entre nuestra voluntad personal, o la voluntad de alguna proyección de nuestra personalidad, y la voluntad de Dios. Para prepararse a resolver las dificultades de su modo de vida, el santo emprende una educación apropiada de su mente y cuerpo, así como lo hace el soldado. Pero mientras que los objetivos de la instrucción militar son limitados y muy simples, a saber, hacer a los hombres valientes, serenos y cooperativamente eficientes en el arte de matar a otros hombres, con los cuales, personalmente, no tienen cuestión alguna, los objetivos de la educación espiritual están mucho menos angostamente especializados. Aquí el fin es principalmente llevar a los seres humanos a un estado en el que, por no haber ya ninguno de los obstáculos que eclipsan a Dios entre ellos y la Realidad, pueden advertir continuamente la divina Base de su ser (1) y de todos los demás seres; secundariamente, como medio para este fin, tratar todas las circunstancias, aun las más triviales, de la vida cotidiana, sin malicia, codicia, deseo de imponerse o ignorancia voluntaria: antes bien, consecuentemente, con amor y comprensión. Como que sus objetivos no son limitados; como que, para el que ama a Dios, cada momento es un momento de crisis, la educación espiritual es incomparablemente más difícil y penetrante que la instrucción militar. Hay muchos buenos soldados; pocos santos.

Hemos visto que, en una crisis, los soldados especialmente adiestrados para arrostrar esta clase de cosas tienden a olvidar la idiosincrasia innata y adquirida con que normalmente identifican su ser y a conducirse, trascendiendo su yo, del mismo modo unitendente, mejor que personal (2). Lo que ocurre con los soldados ocurre también con los santos, pero con una importante diferencia, la de que el fin de la educación espiritual es hacer a los hombres abnegados en toda circunstancia de la vida, mientras que el fin de la instrucción militar es hacerlos abnegados sólo en ciertas circunstancias muy especiales y con respecto a sólo ciertas clases de seres humanos. No podría ser de otro modo; pues todo lo que somos, y queremos, y hacemos depende, en último término, de lo que creemos que es la Naturaleza de las Cosas. La filosofía que racionaliza la política de fuerza y justifica la guerra y la instrucción militar es siempre (cualquiera que sea la religión oficial de los políticos y hacedores de guerras) alguna locamente irrealista doctrina de idolatría nacional, racial o ideológica, que tiene, por inevitables corolarios, las nociones del Herrenvolk (3) y "las castas inferiores fuera de la ley".

Las biografías de los santos atestiguan inequívocamente el hecho de que la educación espiritual conduce a una trascendencia de la personalidad, no meramente en las circunstancias especiales de una batalla, sino en todas las circunstancias y con respecto a todas las criaturas, de modo que el santo "ama a sus enemigos" o, si es budista, ni siquiera reconoce la existencia de enemigos, y trata a todos los seres sensibles, los subhumanos (4) como los humanos, con la misma compasión y desinteresada buena voluntad.

Los que penetran hasta el conocimiento unitivo de Dios emprenden la marcha desde los más diversos puntos de partida. Uno es hombre, otro mujer; uno, un nato hombre de acción; otro, un contemplativo nato. No hay dos de ellos que hereden el mismo temperamento y constitución física, y sus vidas se pasan en medios materiales, morales e intelectuales que son profundamente distintos.

Sin embargo, en cuanto son santos, en cuanto poseen el conocimiento unitivo que los hace "perfectos como su Padre que está en el cielo es perfecto", todos son asombrosamente iguales. Sus actos son uniformemente abnegados y ellos están constantemente recogidos, de modo que en todo momento saben quiénes son y cuál es su verdadera relación con el universo y su Base espiritual. Aun de la ordinaria gente media puede decirse que su nombre es Legión (5) —mucho más de las Personalidades excepcionalmente complejas, que se identifican con una amplia diversidad de humores, anhelos y opiniones. Los santos, por el contrario, no son indecisos ni indiferentes, sino puros y, por grandes que sean sus dotes intelectuales, profundamente simples. La multiplicidad de Legión ha cedido el sitio a la unitendencia; no a una de esas malignas unitendencias de la ambición o la codicia, o la sed de poder y fama, ni tan sólo a una de las unitendencias, más nobles pero todavía demasiado humanas, del arte, la erudición y la ciencia, consideradas como fin en sí mismas, sino a la unitendencia suprema, más que humana, que constituye el ser mismo de esas almas que, consciente y consecuentemente, persiguen la última finalidad del hombre, el conocimiento de la eterna Realidad. En una de las Escrituras palis hay una significativa anécdota acerca del brahmán Drona que, "viendo al Bienaventurado sentado al pie de un árbol, le preguntó: "¿Eres un deva?" (*) Y el Excelso contestó: 'No lo soy.' '¿Eres un gandharva?' 'No lo soy.' '¿Eres un yaksha?' 'No lo soy.' '¿Eres un hombre?' 'No soy un hombre.'" Al preguntarle el brahmán qué podría ser, el Bienaventurado respondió: "Esas influencias malignas, esos anhelos, cuya no destrucción me habría individualizado como deva, gandharva, yaksha (* tres tipos de ser sobrenatural), o como hombre, las he completamente aniquilado. Sabe, pues, que soy Buda."
Podemos observar aquí de pasada que sólo los unitendentes son verdaderamente capaces de adorar a un solo Dios.

El monoteísmo como teoría puede ser abrigado aun por una persona cuyo nombre es Legión. Pero cuando hay que pasar de la teoría a la práctica, del conocimiento discursivo acerca del Dios uno al inmediato trato con Él, no puede haber monoteísmo sin pureza de corazón.

El conocimiento está en el conociente según el modo del conociente. Cuando éste es polipsíquico (6), el universo que conoce por experiencia inmediata es politeísta.

Aldous Huxley

Notas de Alex._

1: La Realidad unica la llamamos Dios, es la base constitutiva de todo lo Real y por supuesto de lo Real y Verdadero, existente en el Hombre.

2: El autor prefiere utilizar unitendente, es decir tendente hacia El Uno, en lugar de personal, para evitar el malentendido de la vulgarización del concepto personalidad que erróneamente se hace equivalente a cosas tan dispares como: individuo, subjetivo, comportamientos sociales adquiridos, conjunto de instancias psicologicas, yo separado.
Las reticencias para usar el término personal en su equivalencia de unitendente Huxley las describe así….
“Al contrario, su significación principal nos llega envuelta, por así decirlo, en disonancias, como el son de una campana rota.Pues, según han repetido constantemente los expositores de la Filosofía Perenne, la obsesiva conciencia que el hombre tiene de sí mismo y su insistencia en ser un yo separado constituyen el último y más formidable obstáculo para el conocimiento unitivo de Dios. Ser un yo es, para ellos, el pecado original, y morir para el yo, en sentimiento, voluntad e intelecto, es la virtud final y que todo lo abarca. Es el recuerdo de estas afirmaciones lo que evoca las desfavorables resonancias con que se asocia la palabra "selfness". Las excesivamente favorables resonancias de "personality" son evocadas en parte por su intrínsecamente grave latinidad, pero también por reminiscencias de lo que se ha dicho sobre las "personas" de la Trinidad. Pero las personas de la Trinidad no tienen nada en común con las personas de carne y hueso de nuestro trato cotidiano —nada, es decir, excepto ese Espíritu íntimo, con el que deberíamos identificarnos, pero que la mayor parte de nosotros prefiere desconocer en favor de nuestro yo separado. Que a este antiespiritual egoísmo, eclipsador de Dios, se le haya dado el mismo nombre que se aplica al Dios que es un Espíritu es, por no decir más, infortunado”.

En realidad Persona (prosopon) tal como es formulado en la teología cristiana ya contiene fundamentalmente, ese matiz de unitendente. Ver Trinidad.

3: Herrenvolk, Pueblo o Raza de los Señores.

4: Subhumanos, los animales y plantas. Ver en san Francisco de Asís esa misma actitud de respeto fraternal hacia los subhumanos.

5: Legión, cf. Mc 5,1-20, en esta parábola describe como legión/multitud, el polipsiquismo.

6: Polipsiquismo, es decir la existencia del alma fragmentada o dividida en múltiples instancias tan solo unidas por una vaga referencia a la que llamamos yo. Y que constituye en grados diversos, la forma de la conciencia en la existencia humana común, y que sin extenderme tiene origen en lo que en la Biblia se llama “la caída” de la cual una de sus consecuencias, es la común distorsión, de la percepción y la conciencia, fenómeno tambien descrito por Platón en el “mito de la caverna” de su texto la Politheía, mal traducido como la republica.

martes, 2 de octubre de 2007

De la "Carta a Diogneto"

(Apología de autor desconocido, II-III siglo).

Son hombres como los demás.

"Los cristianos no se diferencian ni por el país donde habitan, ni por la lengua que hablan, ni por el modo de vestir. No se aíslan en sus ciudades, ni emplean lenguajes particulares: la misma vida que llevan no tiene nada de extraño.

Su doctrina no nace de disquisiciones de intelectuales ni tampoco siguen, como hacen tantos, un sistema filosófico, fruto del pensamiento humano. Viven en ciudades griegas o extranjeras, según los casos, y se adaptan a las tradiciones locales lo mismo en el vestir que en el comer, y dan testimonio en las cosas de cada día de una forma de vivir que, según el parecer de todos, tiene algo de extraordinario".

Habitan en la tierra, pero son ciudadanos del cielo.

"Habitan en la propia patria como extranjeros. Cumplen con lealtad sus deberes ciudadanos, pero son tratados como forasteros. Cualquier tierra extranjera es para ellos su patria y toda patria es tierra extranjera.Se casan como todos, tienen hijos, pero no abandonan a sus recién nacidos. Tienen en común la mesa, pero no la cama. Están en la carne, pero no viven según la carne. Habitan en la tierra, pero son ciudadanos del cielo.
Obedecen a las leyes del Estado, pero, con su vida, van más allá de la ley. Aman a todos y son perseguidos por todos. No son conocidos, pero todos los condenan. Son matados, pero siguen viviendo. Son pobres, pero hacen ricos a muchos. No tienen nada, pero abundan en todo. Son despreciados, pero en el desprecio encuentran gloria ante Dios. Se ultraja su honor, pero se da testimonio de su justicia.

Están cubiertos de injurias y ellos bendicen.

Son maltratados y ellos tratan a todos con amor. Hacen el bien y son castigados como malhechores. Aunque se los castigue, están serenos, como si, en vez de la muerte, recibieran la vida. Son atacados por los judíos como una raza extranjera. Los persiguen los paganos, pero ninguno de los que los odian sabe decir el porqué ".

Están en el mundo como el alma en el cuerpo.

"Por tanto, los cristianos están en el mundo lo mismo que el alma en el cuerpo. Como el alma se difunde por todas las partes del cuerpo, así los cristianos se esparcen por las distintas ciudades de la tierra. El alma habita en el cuerpo, pero no es del cuerpo; los cristianos habitan en el mundo, pero no son del mundo. Como el alma invisible es prisionera del cuerpo visible, así los cristianos son una realidad bien visible en el mundo, mientras es invisible el culto espiritual que rinden a Dios.

Como la carne odia al alma y le hace guerra, sin haber recibido ofensa alguna, solo porque se opone al deleite y gozo de los placeres que hacen daño, así el mundo odia a los cristianos, que no le han causado algún mal, sino porque solamente se han opuesto a una manera de vida cuya esencia es el placer.

Como el alma ama a la carne y a los miembros que la odian, así los cristianos aman a quien los odia. El alma, aun cuando sostiene al cuerpo, está encerrada en él; así los cristianos aun cuando son el sostén del mundo, viven presos en él como en una cárcel. El alma inmortal habita en una tienda mortal: así los cristianos viven como extranjeros en medio de las cosas que se corrompen, en espera de la incorruptibilidad del cielo.

Con la mortificación en el comer y en el beber, se afina el alma y se hace mejor; así también los cristianos, maltratados y perseguidos, aumentan cada día en número. Dios les ha asignado un puesto tan sublime, que no deben abandonarlo de ningún modo"

(Sources Chrétiennes, 33 bis, 62-67).