domingo, 30 de noviembre de 2008

Adviento


Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Velad, no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Estas palabras de Jesús expresan el sentido del tiempo de Adviento, que hoy iniciamos. Llamamos tiempo de Adviento a las semanas que preparan la celebración de la Navidad, en la que recordaremos el nacimiento de Jesús, que tuvo lugar en Belén. Pero el nacimiento de Jesús según la carne es a la vez anuncio y promesa de su retorno al final de los tiempos como Señor y Cristo, para llevar a cumplimiento las promesas de una vida sin término, una vez superada la muerte por la resurrección. Como cristianos hemos de vivir esperando este encuentro con Jesús que, sin duda alguna acaecerá, si bien no sabemos ni cuándo ni cómo. Esta incertidumbre en cuanto al momento da más valor a la recomendación de Jesús: Mirad, vigilad. Velad, no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.

Pero no es fácil hablar de una segunda venida de Jesús en este momento en que incluso se cuestiona su primera venida. En efecto, un discurso de este tipo suena extraño, cuando no claramente inútil, para el hombre de hoy, que vive preocupado por las necesidades de nuestro angustiado mundo. Porque la humanidad experimenta cada vez más insistente el clamor de tanta gente que, en muchos países y en contra de su voluntad, viven en la miseria, la opresión y la violencia; se va adquiriendo conciencia de como el hombre está abusando de la misma naturaleza, poniendo en peligro la estabilidad del ambiente vital. Ante estas y otras urgencias aparece como desprovista de valor una invitación a esperar una segunda venida de Jesús.

Porque aparece muy claro que Jesús no vendrá a resolver, sin que nosotros hagamos ningún esfuerzo, los problemas que tenemos planteados. Todo lo más cabría decir que el anuncio de la venida de Jesús podría ser un acicate para que los hombres asuman el ingente trabajo que supone hacer más justo y humano el mundo en que vivimos.

Ciertamente ninguno de nosotros por si sólo es capaz de cambiar las cosas, pero no por eso dejamos de tener una cierta responsabilidad en lo que ocurre alrededor nuestro. Muchos son en realidad los que trabajan para resolver los problemas de la humanidad, pero por desgracia son también muchos quienes, cómodamente arrellanados en su mediocre suficiencia y gozando de lo que tienen a su alcance, se olvidan de los hermanos que sufren, que necesitan y esperan ayuda. Los hay incluso que, olvidando la triste realidad de nuestro planeta y las exigencias que entraña, se aturden con ruidos, placeres, drogas y alcohol, sin preocuparse de que la realidad siga deteriorándose. Jesús vendrá, un día nos encontraremos cara a cara con él, el cual nos preguntará cómo hemos administrado los bienes que nos han sido confiados, para hacerlos fructificar.

Al hablar de este encuentro con Jesús conviene evitar toda descripción capaz de suscitar temor y miedo. Sería desconocer el mensaje propio de nuestra fe cristiana hablar de un Dios temible que ha de juzgar y condenar con rigor. El mensaje propio, característico de la Buena Nueva anunciada por Jesús, es que Dios es amor, y, como dice San Juan de la Cruz, cuando comparezcamos ante su presencia, en el último encuentro, seremos examinados sobre el amor: se nos preguntará como hemos amado, como hemos vivido el mandamiento nuevo que nos ha dejado Jesús: Amaos unos a otros como yo os he amado.

Es el amor que ha de espolearnos a trabajar para que reine la justicia, para establecer la paz, para ayudar a los que sufren, para cumplir con los compromisos con el mundo y la sociedad, y de este modo proclamar, no sólo con palabras que vuelan, sino con hechos y ejemplos, que el amor de Dios nos ha salvado, nos ha hecho hijos suyos y nos llama a vivir en su Reino por siempre. Por esto escuchamos agradecidos la invitación de Jesús: Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Velad, no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.


De un monje cisterciense


martes, 25 de noviembre de 2008

Japón celebra la beatificación de 188 mártires


ASIA/JAPÓN - 5 sacerdotes y 183 laicos, entre estos mujeres, niños y familias enteras: los mártires japoneses que han sido beatificados el 24 de noviembre

Nagasaki – Un importante evento para la Iglesia en Japón ha sido la beatificación de 188 mártires japoneses que se ha realizado el 24 de noviembre del 2008 en Nagasaki.

Se trata de la primera Causa de Beatificación propuesta por Obispos japoneses, y es particularmente significativa para la comunidad católica del país del Sol naciente, sobre todo porque los 188 mártires son en su mayoría laicos, entre ellos mujeres, niños y familias enteras. Cinco son sacerdotes (cuatro jesuitas y un agustino). Murieron in odium fidei, destacan los Obispos japoneses, por defender el derecho a profesar con libre conciencia la fe en un propio Dios.

La beatificación de los 188 mártires japoneses del XVII siglo es una gran oportunidad de despertar para una renovación del testimonio de Cristo por parte de la Iglesia en Japón. El ejemplo de los mártires cristianos es un aliento para todos los cristianos del país: envían un mensaje muy fuerte a los jóvenes, a los laicos, a las mujeres y a las familias cristianas. Las “familias mártires” recuerdan que toda familia, como iglesia doméstica, está llamada a vivir y testimoniar la fe.

Los 188 mártires japoneses beatificados están clasificados en las cartas del Proceso Canónico como “Beato Petro Kasui Kibe y sus 187 compañeros”. Fueron asesinados a causa de su fe entre 1603 y 1639.

Petro Kasui Kibe nació en 1587, cuando en Japón había comenzado ya la persecución. En febrero de 1614 un edicto impuso la clausura de las iglesias católicas y la confinación de todos los sacerdotes en Nagasaki. Sucesivamente los sacerdotes y laicos que guiaban las comunidades fueron exiliados. Kibe fue ordenado sacerdote el 15 de noviembre de 1620 y pronunció votos como jesuita el 6 de junio de 1622. Fue capturado en Sendai en 1639 junto a otros dos sacerdotes. Fue torturado por diez días, se negó a abjurar y se le dio muerte en Tokyo.

Uno de sus compañeros de martirio fue Mikael Kusuriya, llamado “el buen samaritano de Nagasaki”. Subió la “colina de los mártires”, a las afueras de la ciudad, cantando salmos. Murió como muchos, amarrado a un palo y quemado a fuego lento.

Otro de los beatos es Nicolas Keian Fukunaga. Murió siendo arrojado en un pozo de fango, donde hasta el último momento rezó en voz alta pidiendo perdón “por no haber llevado a Cristo a todos los japoneses, comenzando con el shogun”.

Entre los mártires hay 52 fieles de Kyoto, martirizados en 1622, y 53 de Yamagata, muertos en 1629. Uno de los testimonios más conmovedores es el de una familia entera de Kyoto, Juan Hashimoto Tahyoe y su mujer Tecla, martirizados junto a todos sus hijos el 6 de octubre de 1619.

Los católicos que sobrevivieron a la persecución tuvieron que esconderse hasta la llegada de los misioneros europeos del siglo XIX. la evangelización del Japón fue comenzada por el santo español Francisco Javier entre 1549 y 1552, y ya pocas décadas de su nacimiento la Iglesia comenzó a sufrir una dura persecución. Los primeros mártires, entre los que estaba el primer jesuita japonés, San Pablo Miki, unido a un grupo de franciscanos y un grupo de laicos, fueron colgados de cruces y alanceados en Nagasaki en 1597. Estos primeros 26 mártires fueron canonizados en 1862 por Pío IX. Otros 205 fueron asimismo beatificados en 1867.

Este gran acontecimiento de testimonio dará frutos de evangelización y servirá para concienciar con mayor fuerza a los fieles laicos:

Según una nota de presentación del acontecimiento, los Obispos japoneses afirman: "Estos 188 mártires no son militantes políticos, no han luchado contra un régimen que impedía la libertad religiosa: han sido hombres y mujeres de una fe profunda y auténtica, que indican el camino a los que creen. Ellos nos ofrecen a todos una experiencia sobre la que reflexionar y hablan a la Iglesia japonesa hoy de diversos modos".

En una comunidad que cuenta con menos de un millón de católicos, sobre 127 millones de habitantes, el testimonio de los mártires interroga a la Iglesia sobre el papel de los laicos en la transmisión de la fe y en la organización de la Iglesia: "Es hora de tomar en serio consideración la formación de nuestros laicos", escriben los Obispos, indicando la importancia de la fe que se vive dentro de las familias y de la sociedad.

En particular los Obispos subrayan el vigoroso testimonio de fe que han dejado tantas figuras femeninas presentes en la lista de los 188 mártires: “Hemos valorado el hecho de que, sin estas mujeres, la Iglesia no existiría hoy en Japón. Esperamos la Beatificación de estas mujeres mártires como un mensaje de esperanza y consuelo para todas las mujeres de este país, de cualquiera fe religiosa". La Beatificación será pues una oportunidad para reflexionar sobre la necesaria valorización de la mujer y del carisma femenino dentro de la comunidad católica nipona.

También hay para el clero japonés entre los 188 mártires ejemplos edificantes como el P. Pietro Kibe, el P. Nakaura, el P. Kintsuba y otros: "Cada uno de estos sacerdotes - afirman los Obispos – nos dan un mensaje rico en enseñanzas para los sacerdotes que buscan hoy ser buenos Pastores en el Japón contemporáneo”.

Más de 2500 voluntarios han trabajado en la ceremonia, celebrada en el Big-N Béisbol Stadium, con una asistencia de unas 30.000 personas. La organización ha confirmado la estrecha colaboración entre la Iglesia y las autoridades civiles dando como resultado un orden perfecto que no ha alterado el mal tiempo que ha sufrido la multitud de participantes.

Toda la Iglesia de Japón ha vivido este acontecimiento como un inmenso don de Dios, recordando asímismo la tragedia del 9 de agosto de 1945, cuando la bomba atómica sobre la ciudad eliminó la primera consistente comunidad católica del Japón, presente ya desde el siglo XVI, matando a unos 64.000 fieles católicos, que constituían los dos tercios de toda la comunidad católica en la nación. No es casual tampoco que la celebración haya tenido lugar en un estadio deportivo situado a pocos pasos del Parque de la paz donde se encuentra el epicentro de la explosión atómica.

Los 188 mártires del Japón que han beatificados se suman a los 42 santos y a los 189 beatos, todos ellos mártires, elevados a los altares por los anteriores Papas.

La Beatificación ha sido presidida por el Prefecto emérito de la Congregación para las Causas de los Santos, el Cardenal José Saraiva Martins, enviado especial de Benedicto XVI, y su memoria se celebrará el 1 de Julio.



El Arzobispo de nagasaki ha respondido sobre el significado que damos en la Iglesia a este acontecimiento:

La preparación se ha realizado sobre todo estudiando a fondo las vidas de los mártires, tratando de asimilar su fe y la práctica de su vida. Eso se ha realizado de diversas formas: conferencias y profundizaciones sobre la vida de los mártires que han realizado historiadores y expertos; peregrinaciones organizadas por diócesis, parroquias, movimientos a los lugares del martirio (son en total 17 lugares en Japón); artículos publicados en periódicos y revistas católicas; grupos de estudio y muestras itinerantes sobre las vidas de los mártires; realización de obras artísticas sobre los mártires. Ha sido un intenso camino de preparación material y espiritual que nos ha conducido hasta el acontecimiento:

¿Cuál es el sentido profundo de la Beatificación para la Iglesia en Japón?

La Beatificación ofrece a la Iglesia en Japón la oportunidad de encontrar el tesoro escondido en la historia del cristianismo en tierra nipona. Pietro Kibe y sus 187 compañeros nos dejan a nosotros cristianos y a los no cristianos un mensaje rico en contenidos como éste: perseverar en la fe en Dios que es la única capaz de salvar a la humanidad; mantener siempre la libertad de religión, que es uno de los derechos humanos fundamentales; tener una actitud no-violenta ante los perseguidores, necesaria para conseguir la paz. Esperamos que la Beatificación pueda ser una ocasión para redescubrir la importancia de la fe y dar un testimonio del amor de Dios, manifestado él por Jesucristo y sus mártires.

¿Ha habido atención de la opinión pública y de las autoridades civiles hacia el acontecimiento?

En Nagasaki todos los periódicos, TV, los mass-media han manifestado gran interés hacia la Beatificación, pidiendo entrevistas a líderes eclesiales, a teólogos y a historiadores. Las autoridades civiles han colaborado con la Iglesia con gran disponibilidad, para que la organización fuera lo mejor posible. Toda la población ha mostrado una viva atención, como se ha visto en la afluencia en la muestra sobre los mártires preparada en dos Iglesias de Nagasaki, con ocasión de la Beatificación. También entidades civiles como la Prefectura de Nagasaki y el Museo de Historia y Cultura de la ciudad han querido dedicar una exposición de obras de arte al acontecimiento, pidiendo en préstamo, entre otras cosas, algunas obras de los Museos Vaticanos.

Nagasaki - Hiroshima, 25 de Noviembre de 2008
Datos seleccionados por Intcat

* Para mayor información se puede consultar este sitio de los mártires del Japón:

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lunes, 24 de noviembre de 2008

La Parroquia ¿ayuda o problema de la pastoral católica? (Parte III)

¿Hacia una renovación o una revolución del sistema?

Con la Asamblea episcopal en Aparecida, los pastores están promoviendo una renovación del sistema parroquial, pero muchos ven que es necesaria una verdadera revolución que deje fuera un esquema probadamente obsoleto y haga surgir una nueva criatura: un tipo de evangelización que contemple, en su meta final, un nuevo tipo de comunidad eclesial: Una comunidad que no esté centrada en lo estadístico, en lo de siempre, en lo que no tiene capacidad de generar cambios. La meta final no es fortalecer la institucionalidad sino priorizar lo carismático, el dinamismo vital que alimenta la vida y no solamente la mantiene.

1. Más comunidades y menos institución

La evangelización misionera que quiere despertar el documento de Aparecida debe emplear medios que no van a surgir del sistema parroquial actual y que, además, deberían desembocar en un nuevo tipo de comunidad cristiana que supere las limitaciones de una parroquia. Ya se sabe que en la parroquia no tienen cabida todos sus propios bautizados. Una pequeña comunidad cristiana tampoco, pero cientos, miles de comunidades cristianas, sí podrían catequizar, celebrar la vida en los sacramentos, solidarizar en la caridad, abrir sus puertas al diálogo con el vecindario (muchas veces indolente a la preocupación religiosa y también respecto a las tareas de la liberación (dignidad humana, mejor calidad de vida, respeto a la creación como bien de todos etc.) Miles de comunidades vivas serían la sal y la luz que pedía Jesús de Nazaret a los que creyeran en su nombre.

Evidentemente una organización eclesial así requiere un cambio absoluto en el esquema clericalista que está aún en boga. El clero actual, con su formación academicista, con su liturgia organizada desde Roma, con sus distintivos peculiares para que se note la diferencia entre ellos, los clérigos consagrados, y los que “son laicos o seglares, no más”, con su empeño por decir la última palabra en moral y costumbres, en biblia, en el diálogo inter-religioso, en cuestiones de alta teología como también en la teología popular de la gente que está domesticada para pedir respuestas en vez de buscarlas… ese clero no tiene cabida en un el nuevo esquema pastoral.


2. Las Comunidades recobran su vigor

En los numerales 193 y 194 del Documento de Aparecida hay varios elementos a destacar.

En primer lugar el reconocimiento y reafirmación “decidida” para impulsar de nuevo las CEBs . Se las reconoce como verdaderas “escuelas” para la formación seria y comprometida de los cristianos, probadas por el testimonio martirial de los asesinados y perseguidos por las fuerzas brutas de gobiernos dictatoriales, a veces hasta con cierta complicidad silenciosa de la jerarquía. De las comunidades cristianas populares en Chile surgieron hombres como el cura Juan Alsina, cuyo asesinato en un primer momento logró engañar hasta la percepción del cardenal Raúl Silva Henríquez. De las CEBs de Guatemala, Honduras, El Salvador, Argentina, Bolivia, Colombia, Brasil y prácticamente de todos los países de América latina surgieron los seglares (laicos y laicas), religiosas y religiosos, clérigos y diáconos, que se metieron en el santoral del pueblo a pesar de los temores y complejos de las autoridades eclesiásticas. Un caso extremo es el del arzobispo Oscar Arnulfo Romero a quien el pueblo canonizó mientras el Vaticano todavía sigue dudando de su fidelidad evangélica en la causa de su martirio.

Aparecida reconoce también en las CEBs los “espacios privilegiados” para la vivencia de la fe y de la caridad, porque están arraigadas en el corazón del mundo. Es importante este llamado a ver estas células eclesiales con capacidad misionera, precisamente porque están fuera de la estructura clásica de la parroquia que recibe pero que no envía, y si envía es para “pescar” y meter en el acuario eclesial en lugar de sembrar evangelio por el mundo y en el mundo.

Por lo demás, las comunidades cristianas abiertas a su entorno y viviendo en medio de la realidad del pueblo tiene mucha más capacidad de integrar a los empobrecidos por el sistema economicista creado para hacer crecer los bienes de los poderosos. Es un hecho que los empobrecidos y los marginados no están integrados en la institución iglesia católica: muchos de ellos son beneficiados por la práctica de la caridad y reciben ropa y alimento según el sistema de limosna. Pero es indudable que se sienten mejor en los cultos pentecostales donde se sienten personas que pueden dirigirse a Dios según su modo.

Las bases de la iglesia necesitaban este espaldarazo de parte de sus pastores precisamente porque son demasiados los mensajes ultraconservadores que buscan detener la historia: cuando el mismísimo Papa de Roma se convierte en noticia mundial por reintegrar con ciertos privilegios a los separatistas lefevrianos, cuando insta a recuperar el latín en las liturgias y a recibir la comunión de rodillas y en la boca como si los hijos de Dios fueran siervos o infantes de pecho (“ya no los llamaré siervos sino amigos…” según la palabra de Jesús se queda en el olvido), cuando se pone a añorar épocas de cristiandad oficial e imperial… las comunidades cristianas quedan desorientadas y desconcertadas. Las palabras de los obispos en Aparecida se convierten así en una esperanza de que otra iglesia es posible.


3. El redil y sus ovejas

La figura de redil, con profundos significados bíblicos, la empleó Jesús de Nazareth que era hijo de una cultura campesina. Cuando las circunstancias lo hicieron vecino de los pescadores en Galilea, empezó a ocupar imágenes de la marinería; pero su ancestro vital estaba tierra adentro, donde los campesinos plantaban viñedos, cultivaban higueras y pastoreaban ovejas.

Los vocablos de pastor, redil, ovejas, rebaños…tuvieron un significado profundo en la teología, la liturgia y la vivencia de la iglesia a través de los tiempos. Afectó a su misma entraña: su modo de entenderse a sí misma, su esencia vital. Cristo es el pastor que conduce a su rebaño, lleva sobre sus hombros a la oveja lastimada (la iconografía cristiana aprovechó así la imagen pagana de Hermes Crióforo) y para ello elige pastores que le ayudan en la misión de alimentar, cuidar, defender, proteger a las ovejas. Igualmente para separar ganado lanar de ganado caprino. Estos pastores auxiliares, por su parte, decidieron también usar el derecho adquirido por costumbre que tienen todos los pastores terrenales: retribuirse para su alimentación y su vestimenta de lo que produce el rebaño.

Pero la imagen bucólica del rebaño, con todo el bien místico que hizo a generaciones de cristianos, también ha sido un problema enorme: las ovejas son de los animales más tontos y miedosos, los rebaños actúan en tropel siguiendo ciegamente el ruido de la campanilla o aguantando sin balar los escobazos del cayado o las mordeduras de los perros. El rebaño es comparable a un pueblo, una comunidad sin personalidad propia, sin ideas, sin vigor, sin poder de decisión. Algo muy parecido a la esclavitud. Ciertamente no es esta figura la que deseó Jesús de Nazareth para sus discípulos, ni es la imagen que conviene en esta hora de llamado misionero para América latina y el Caribe.

La parroquia, precisamente, se presenta como la institución para mantener a las ovejas encerradas en el redil: allí se las adoctrina mediante la catequesis, se las alimenta por medio de los sacramentos, se las guarda de los peligros exteriores y las amenazas de los lobos a través de la organización piramidal.

La acción misionera de la iglesia no se preocupa tanto del corral sino que sale a la frontera a encontrar a las ovejas que no están en el redil, no para traerlas al encierro sino para que descubran el amor de Dios y la liberación de Jesucristo allí en donde están: en el monte, en medio de las zarzas, en las zonas empobrecidas y marginadas, en los boscajes oscuros de una sociedad violenta y egoísta, en los lugares desiertos donde habitan los demonios.


4. La parroquia en la misión continental

Después de lo dicho hasta aquí ¿tiene sentido la institución parroquial tal como la conocemos?

Habría que distinguir: la parroquia tradicional que solamente hace servicios de culto, de catequesis menor y de sacramentos no tiene mucho que hacer en esta hora del mundo. Pero la parroquia que aún atendiendo lo anterior sea capaz de crear instancias de formación para sus feligreses ciertamente que ayudaría a la misión continental anhelada por los pastores en Aparecida. Esto porque tres de los cuatro objetivos señalados por los obispos son claramente de responsabilidad parroquial. El primer objetivo es “Promover una profunda conversión personal y pastoral de todos los agentes pastorales y evangelizadores, para que, con actitud de discípulos, todos podamos recomenzar desde Cristo una vida nueva en el Espíritu”. En búsqueda de esa meta las parroquias tendrán que dejar sus rutinas para adentrarse en una espiritualidad profunda: así los cristianos ahondarán su dimensión de discípulos para ser buenos misioneros.

El segundo objetivo también está pensado en el interior de la parroquia: “Fomentar una formación kerigmática, integral y permanente que, siguiendo las orientaciones de Aparecida, impulse una espiritualidad de la acción misionera, teniendo como eje la vida plena en Jesucristo”. Este tipo de catequesis fuerte sobre los contenidos fundamentales de la fe cristiana hará que los que se han convertido en discípulos tengan también los elementos para decir y anunciar una palabra precisa. Hasta aquí la misión continental solamente está calentando motores.

El tercer objetivo es un buen deseo: “Hacer que las comunidades, organizaciones, asociaciones y movimientos eclesiales se pongan en estado de misión permanente, a fin de llegar hasta los sectores más alejados de la Iglesia y a los indiferentes y no creyentes”. Aquí ya se esboza una salida a terreno hacia las periferias, pero si no se conecta este anhelo con unas buenas líneas de acción que inspiren acciones verdaderamente nuevas, se corre el peligro de un gran fracaso. Este llamado lo hemos escuchado muchas veces en nuestras parroquias y sin embargo cada vez constatamos que los convertidos y los discípulos de Jesús de Nazareth son cada vez menos, en el contexto de la explosión demográfica. Se dirá que no es cuestión de números sino de calidad; pero este es otro tema que daría para una reflexión muy extensa. Tenemos las matemáticas demasiado metidas en los recovecos de la mente y del corazón como para superar el trauma de los números. Si las misiones tradicionales de antes del Vaticano II consideraban su éxito o su fracaso por el número de bautizos, confesiones y comuniones (las congregaciones misioneras tenían libros expresamente dedicados a esa contabilidad), no lo hace mejor la mismísima curia romana contando cada año en su anuario el crecimiento numérico de sus bautizados.

Finalmente, el último objetivo del Proyecto de Misión continental da oportunidad abierta para un nuevo tipo de evangelización. Dice: “Destacar en todo momento que la Vida plena en Cristo es una actitud y un servicio que se ofrece a la sociedad y a las personas que la componen para que puedan crecer y superar sus dolores y conflictos con un profundo sentido de humanidad”. Aquí hay elementos que habrá que trabajar con imaginación y espíritu de libertad. Cuando se habla de “vida plena” habrá que entenderla como “integral” según la mente de Evangelio Nuntiandi; cuando se dice que debe ser actitud y servicio ofrecido a las personas y a la sociedad, habrá que entender que vamos a dialogar y no a imponer, a respetar y no a condenar, a abrazar y no a marginar. Y cuando señala que se trata de ayudar a superar los dolores y conflictos con un fuerte sentido de humanidad, nos está llamando a una evangelización que tiene en cuenta más la tierra, la sociedad, la materia, el espacio donde mujeres y varones viven, sobreviven, cantan y lloran, sueñan y pecan.

No es que dejemos de lado el cielo y la vida eterna. Pero eso se lo dejamos a Dios, y tengo para mí que ese problema Él ya lo tiene solucionado.

La Parroquia ¿ayuda o problema de la pastoral católica? (Parte II)

1. Un esquema rural trasladado a las urbes.

La parroquia aceptada ya sin discusión alguna durante siglos como una institución de cristiandad queda privada en su modo y fondo para convertirse en una instancia misionera. En ella todo es institucionalizado. Fue una respuesta para el mundo rural de antaño: un mundo de familia y vecindario, un ambiente tradicional donde la fe se trasmitía por inercia, un esquema ya hecho receloso de novedades, una estructura piramidal en la que el pueblo recibía todos los elementos para su salvación en esta vida y para la otra: doctrina, sacramentos, consejos, mandamientos, estilos de vida, patrones de conducta.

Al pasar la sociedad de su época rural al mundo de la ciudad, se trajo el esquema parroquial que se suponía seguiría funcionando. En efecto, continuó su vida propia pero cada vez más reducida en su respuesta, cada vez más limitada en su alcance: se le fueron los jóvenes, los obreros, los matrimonios, los profesionales, los conductores sociales, los artesanos y los artistas. La parroquia se fue envejeciendo y “afeminando” en el sentido de estar conformada prioritariamente por mujeres, las que siempre han sido más fieles que los varones para cumplir sus compromisos.

Muchos calman sus conciencias al ver parroquias bullentes de integrantes. ¿Representará eso un diez por ciento del pueblo territorial? O sea, de cada cien habitantes, diez podrían estar vinculados a las estructuras parroquiales y 90 se quedan fuera, no solamente sin ser atendidos sino absolutamente desconectados de ellas.
Las posibilidades pastorales de la parroquia quedan limitadas a la recepción de los que ya están, a los que les satisface algunas necesidades religiosas. En eso cumple su finalidad: para eso está. Lo que no se le puede pedir es que sea una plataforma de misión porque eso necesita otros fundamentos.

El autor que hemos citados ya un par de veces señala: “La parroquia es parcela de la diócesis, con funciones sacramentales y administrativas y con el fin de ejercer un cierto control religioso. Víctima de su carácter geográfico y ajena a los ambientes sociales, la parroquia se inmoviliza y confunde con el exterior. El edificio, la casa parroquial o la oficina administrativa. Reducida a un ghetto sacral y administrativo, se convierte en un inmueble en el que se imparten ciertos servicios de una demanda religiosa tradicional. Es ajena al mundo y a la sociedad, posee capacidad para el diálogo, no transforma los valores, mantiene una fe sociológica inmadura y repite, sin creatividad, ritos culturales”.


2. La parroquia y sus rostros.

La parroquia es una comunidad humana; pero también es una estructura, unos servicios, una organización y unos espacios.

Como comunidad quiere estar abierta a todos los estratos sociales, pero de hecho no llega a lo que se conoce como el proletariado: el pueblo de los quintiles preocupantes para las estadísticas de los gobiernos y vergonzosos para la cultura llamada occidental-cristiana. Ya es conocida la frase de que los pobres van a las parroquias a pedir ayuda y para hacer oración van a los cultos pentecostales. La comunidad parroquial no tiene espacios para los pobres aparte de sus servicios de ayuda social que salvan situaciones inmediatas pero no capacitan para mejorar la calidad de vida.

Como estructura física, la parroquia es la cara visible de la comunidad católica en un territorio. Identifica a la comunidad. Donde se levanta la torre con la cruz se sabe que hay una parroquia o una capilla dependiente de la parroquia. Poco a poco han ido apareciendo, particularmente en las barriadas populares, otro tipo de estructura física más de acuerdo al medio social donde se inserta. Pero la identidad más visible la da la gran estructura. Los esforzados y sacrificados personeros que levantaron templos con la mentalidad de cristiandad a la que fueron fieles, nunca imaginaron el cúmulo de problemas que iban a dejar en herencia a las generaciones futuras: espacios enormes y vacíos, usados solamente un par de horas a la semana, de altísimo costo de manutención, en constantes reparaciones, cargados de simbolismo pero que no reflejan vida, sacralizados para acoger a gente de fe que al mismo tiempo posee un respeto rayano en el temor: en esos templos se habla en voz baja, apenas hay saludos, los reunidos se ubican como en los teatros en donde la gente mira un escenario y al final, en vez de aplaudir como en el teatro, solamente dice amén.

Los servicios que da una parroquia son múltiples. La celebración del culto, la catequesis, la atención de grupos de piedad, de caridad y de liturgia, también de grupos juveniles, de matrimonios y de tercera edad. También de algunos movimientos religiosos de todo tipo. Atiende la sacramentación. La secretaría parroquial entrega información, documentos, responde interrogantes y ayuda social o deriva a las áreas correspondientes las peticiones de diverso género. Pero todo es para el que llega. La parroquia no sale a buscar. No sale a invitar. Tiene su pueblo propio y con eso le basta. Por eso cuando se le ha querido pedir como servicio que también se abra a la dimensión misionera, no sabe hacerla o le despierta un entusiasmo pasajero limitado a algún grupo. Desde las ventanas de la parroquia se pueden ver a los pentecostales golpeando puerta a puerta, saludando, entregando volantes y revistas, ofreciendo soluciones casi mágicas al mismo tiempo que la Biblia, dialogando con paciencia o discutiendo desde una cerrazón fundamentalista que no admite ni lógica ni análisis, promoviendo audiciones radiales. Pero ahí están. Y las estadísticas señalan que sus grupos se van nutriendo cada año con la deserción del pueblo católico o la integración de los que estaban a la deriva pastoral de la iglesia.

La parroquia es también una organización. Y en esa organización el párroco es el personaje principal, el protagonista absoluto. Cuando el Vaticano II y posteriormente las asambleas episcopales de Puebla y Medellín abrieron las puertas al diaconado permanente, algunos ingenuos pensaron que el esquema cambiaría. No fue así: los diáconos tomaron la forma de unos curas pequeños y han quedado desempeñando funciones de suplencia, demasiados arrimados al altar y alejados de las mesas donde estaba su servicio para que se hiciera justicia a los marginados del pan, según expresa el libro de los Hechos.

La organización parroquial ha sido casi siempre una pirámide en cuya cúspide el señor cura es el señor y el hacedor de todo. La parroquia es una entidad dominada por el clero. El clero tiene una aureola sacral que además posee la representación de la jerarquía; entonces reúne en sí el sacerdocio y la realeza. Le falta el profetismo, pero se las arregla para conseguir el título de algún modo.

Finalmente la parroquia también son unos espacios geográficos. En teoría no existe alma viviente que no esté integrado a una parroquia, sea o no sea cristiano: Se ha dividido el planeta tierra en continentes, cada continente tiene países, cada país tiene estados o provincias o regiones y cada una de ellas tiene municipios y comunas. Y cada comuna, ayuntamiento o municipio cuenta con parroquias. Nace una criatura en el centro de Buenos Aires y ya queda dentro de unos límites parroquiales bien definidos. Nace otra criatura en Krosnoyark y ya queda dentro de los límites de la descomunal parroquia de Siberia, cuyos límites llegan hasta el mismísimo Polo Norte.
Pero esto mismo indica que la división parroquial en base a la geografía es una hechura rural que no se condice con las ciudades de hoy. Las metrópolis, las megápolis, también las ciudades todavía en dimensión humana y hasta las ciudades-aldeas del mundo moderno, tienen un trasvasije fenomenal y constante que supera cualquier límite urbano. Se vive en una parte de la ciudad pero se trabaja, se estudia, se divierte, se compra, se pasea, en otras muy diversas. Los medios de locomoción cruzan cien parroquias en su recorrido llevando gentes que ya no pertenecen a un solo lugar. Cuando a mitad del 1800 los ojos asustados de la población europea empezó a mirar esos monstruos humeantes que llamaban ferrocarriles, ahí mismo se murió para siempre el sistema parroquial basado en la geografía.

Sin embargo ha sido un problema pastoral: el clero alimentó celos infantiles: los territorios de cada cual. La feligresía de cada uno. Asistir como testigo oficial de la iglesia al matrimonio de unos novios en una parroquia que no era la propia, invalidaba el casamiento si no había autorización escrita y firmada por el párroco del lugar del templo. Los novios que deseaban casarse en un templo fuera de su parroquia tenían que pedir el permiso y cancelar “derechos” en dos partes: en la parroquia que daba la autorización y en aquella que iba a ser la sede de la liturgia. Muchas personas encontraban una respuesta que no entendían cuando iba a solicitar la Unción de su enfermo o la visita del cura: no se podía, porque era de otra parroquia.

De todos modos no se debe culpar al Canon 518de toda esta situación. Hay argumentos para favorecer el sistema geográfico parroquial (la inscripción de los bautizados, el sentido de pertenencia, la existencia de cementerios parroquiales…y poco más). Pero en un mundo globalizado, con los medios que la tecnología pone en manos de las instituciones, las comunidades de hecho más que de derecho, los antiguos problemas del territorio parroquial deberían estar en vías de superación.

3. Una pregunta sin respuesta.

La primacía que se ha dado el clero a sí mismo en una institución tan extraña como es la iglesia católica ha venido a ser uno de los problemas graves del sistema parroquial. Digo una institución tan extraña, sin voz de crítica despiadada ni tampoco con sentido peyorativo. Es que simplemente es así: la iglesia es definida como una realidad divina y humana, como presente en este mundo pero ciudadana del otro, es llamada cuerpo de Cristo pero también su esposa, que es jerárquica pero también se define como pueblo o asamblea…En la liturgia se le llama “la Jerusalén de arriba” pero en la realidad tiene su sede en Roma.

En esta institución el clero se ha ubicado en el lugar que pretendían los apóstoles Hijos del Trueno, Santiago y Juan, a los que Jesús tuvo que aclararles que no sabían lo que querían.

Al haber acaparado las llaves de la Biblia, de los sacramentos, de la organización comunitaria, de la presidencia de las asambleas, de las administraciones contables, de las bendiciones, de los derechos de pastoreo, de la representación parroquial, el clero se reservó prácticamente todo. Durante el tiempo de abundancia vocacional el problema no se notaba y la comunidad cristiana entró pacíficamente en el sistema, tan parecido a lo que sucedía en la vida ordinaria: los pueblos rurales tenían dueños y patrones. El crecimiento de las ciudades fue cambiando el panorama. La población creció, la conciencia democrática se socializó y las vocaciones clericales no solamente se estancaron sino que disminuyeron.

Entonces la brecha se hace cada día más grande. Y nadie sabe cómo se va a resolver el problema: las comunidades crecen, las comunidades se centran y viven su fe por y en la eucaristía, sin ella se ha dicho que no hay comunidad ni vida cristiana posible…y el clero mantiene bajo su dominio exclusivo la celebración eucarística. ¡Y su número es cada vez menor!

Sin duda que la situación de escasez vocacional es una llamada del Espíritu a cambiar mentalidades y esquemas, y en ese sentido será beneficiosa para el pueblo cristiano. Los animadores naturales reconocidos por sus comunidades cristianas, los presbíteros que no pueden ejercer por “haber atentado matrimonio” (porque los sacramentos, vida de la iglesia, son siete para todo el mundo, pero para el clero y las mujeres son solamente seis), las mujeres (no solamente las religiosas como si ellas fueran de otro nivel de dignidad cristiana), están ahí afuera esperando que alguna vez se abra la puerta para poder entrar y ocupar el lugar que les corresponde en la familia de los hijos de Dios.


4. Los modelos de parroquia.

Con el paso del tiempo y ciertas innovaciones se han ido diseñando ciertos modelos de parroquia que hoy subsisten.

Desde luego está la clásica parroquia típica de antes del Vaticano II. En ella existe un clero autoritario y conservador , un pueblo sumiso que cumple reglamentos para llegar al cielo, un culto lleno de humos y oraciones largas, una moral severa y condenatoria, un monólogo recitado desde el altar y que no invita a ningún compromiso social, aunque muchas veces tiene organizada la caridad hacia los pobres que reciben cosas pero no pueden orar con la gran comunidad.

Está también la llamada parroquia renovada: es la misma anterior pero con ciertas cosméticas que la hacen aparecer distinta. La predicación contempla elementos más pedagógicos pero retiene el mismo sermón moralista y doctrinario. Más que comunidad parroquial existen en ella asociaciones piadosas clásicas y la liturgia tiene alguna renovación: entre los acólitos hay “acólitas” y eso que las niñas estén ya cerca del altar es un avance. Tiene generalmente consejo parroquial, pero es difícil la renovación de sus integrantes: los responsables se eternizan y creen que nadie puede hacerlo mejor que ellos. El párroco piensa lo mismo de sí.

Un tercer tipo de parroquia busca una celebración litúrgica más festiva, prioriza la familiaridad por sobre la solemnidad en las asambleas de culto, la catequesis es llevada por las mismas familias, se buscan caminos de servicio social, se leda importancia a la formación bíblica, el párroco comparte responsabilidades con los seglares.

Y está surgiendo un nuevo tipo de parroquia donde el servicio de la Palabra es más evangelizador, organiza la formación cristiana mediante etapas de iniciación y de catecumenado, la predicación es más aterrizada y dialogada con la comunidad, la teología de la liberación tiene un reconocimiento en cuanto habla de las cosas de la fe partiendo de las realidades y necesidades terrenales. En este tipo de parroquias la liturgia se va creando según los momentos que vive la comunidad, sin preocuparse mucho de lo que van a opinar los monseñores de las Curias o de Roma que hacen los libretos de la liturgia universal. Quizá no tenga misa cada día pero tiene caridad para con todos. Se procura formar comunidades cristianas, se entregan responsabilidades, la mujer es reconocida, el consejo parroquial tiene importancia, el clero que la atiende vive entre los vecinos. La parroquia no se mira tanto a sí misma sino que mira el barrio, el entorno, la realidad en la que está inserta.

Este tipo de parroquia podría tener un perfil misionero en la medida que sea invitación a los que no conocen a cristo y el evangelio se sientan motivados a conectarse con algo interesante para sus vidas.

Fuente: Comunidad virtual

La Parroquia: ¿ayuda o problema de la pastoral católica? (Parte I)

(Contribuido por Agustín Cabré R., cmf para comunidadvirtual.net)

Casi toda la pastoral de la iglesia católica está sostenida por el sistema parroquial, un sistema a todas luces obsoleto. Cuando los obispos en el Concilio de Trento, allá por el siglo XVI, prohibieron que existieran parroquias con más de mil personas, estaban mucho más certeros que los monseñores de hoy que se empeñan en sostener un esquema ampliamente superado por la realidad.

Porque ¿qué es una parroquia?

1. Las definiciones.

Según el diccionario de la Real Academia Española es "la iglesia en la que se administran los sacramentos y se atiende espiritualmente a los fieles de una feligresía. En una segunda acepción es el conjunto de feligreses y también el territorio que está bajo la jurisdicción espiritual de un cura de almas.

Según el Derecho canónico se trata de "una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular cuya cura pastoral, bajo la autoridad del obispo diocesano, se encomienda a un párroco como su pastor propio" (C.515). Pero es el Canon 518 el que demuestra mayor complejidad: "La parroquia ha de ser territorial, es decir, ha de comprender a todos los fieles de un determinado territorio…"

Por su parte el Catecismo de Juan Pablo II señala que la parroquia "es el lugar donde todos los fieles pueden reunirse para la celebración dominical de la Eucaristía. La parroquia inicia al pueblo cristiano en la expresión ordinaria de la vida litúrgica, la congrega en esta celebración; le enseña la doctrina salvífica de Cristo, practica la caridad del Señor en obras buenas y fraternas". Finalmente el Documento de Aparecida si bien reconoce cierta crisis del sistema, se limita a hacer un llamado a la renovación parroquial para que sea "lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial". Para ello pide "reformular sus estructuras para que sea una red de comunidades y grupos capaces de articularse" buscando que "nuestras parroquias se vuelvan misioneras". Pero no se hace en ese Documento una alusión concreta y seria a la raíz del problema: las parroquias como organización nuclear de la pastoral han sido superadas por el crecimiento casi explosivo de la población.

2. El vocablo.

"Parroquia" es vocablo desprendido de un verbo griego que significa habitar en la vecindad. El parroquiano es un vecino, aunque en la versión llamada de los Setenta se le da el significado de extranjeros a los parroquianos; quizá se haya explicado así ya que en el Antiguo Testamento cuando se habla de la "paroikia" se refiere al pueblo israelita que vive en el extranjero. Cuando en el siglo IV se empiezan a fijar ciertos límites territoriales, se habla de diócesis para el territorio confiado a un obispo y de parroquia cuando es confiado a un presbítero. Hay bastante confusión entre esos términos hasta mediados del siglo XIII.

3. La historia.

Las comunidades cristianas de los primeros 300 años adherían a la fe mediante decisión personal: frente a Jesús de Nazaret, involucraban su vida entera testimoniando que el crucificado por el imperio y las cúpulas religiosas y sociales del judaísmo, era el resucitado que¡ ellas y ellos consideraban El Viviente: aquel en quien Dios había pasado visiblemente por el camino de los seres humanos. Las comunidades de fe y de caridad no conocían divisiones¡ parroquiales, pero eran grupos de creyentes que sí vivían en territorios definidos aunque dispersos. Cuando las autoridades de la iglesia se convirtieron a Constantino (aunque la historia oficial presenta el hecho al revés: que Constantino se convirtió a la fe cristiana) las cosas empezaron a cambiar rápidamente. La pertenencia a la comunidad no será ya decisión personal sino herencia de nacimiento. Esto sin duda apagó el dinamismo misionero. Los lugares cultuales y comunitarios se convierten en templos y basílicas; la casa de la comunidad fraterna se queda en casa habitada por el Señor. El tabernáculo suple a la mesa para bendecir, consagrar y compartir el pan de cada día.

La división en territorios parroquiales se convirtió en una necesidad para organizar la nueva situación: los pastores que al comienzo eran elegidos por la comunidad y hasta quedaban confiados a "la suerte" para ser nominados, pasaron a ser dependientes del nombramiento de un superior: el obispo, el señor feudal, el príncipe, el patrón del territorio. Ellos eran los que establecían "el beneficio" y lo asignaban a determinados curas. El pueblo fue quedando marginado y todo quedó centrados en el poder presbiteral o sacerdotal. Para entonces la palabra sacerdote ya había sido teñida en los modos, las formas y el fondo, por el sacerdocio judío: precisamente el rechazado por Jesús y el que lo llevara al patíbulo. El otro esquema sacerdotal, el del vidente trashumante, libre de condicionamientos históricos, conductor del pueblo, que posee solamente panes y vino, y que es señalado por el Apóstol como el verdadero sacerdocio de Jesucristo, el de Melquisedec, quedó en el absoluto olvido.

Y lógicamente sin libertad empezaron a aparecer los mandamientos: cumplimientos anuales de sacramentos so pena de pecado mortal, bautismo de infantes, funerales en "tierra sagrada", obligación de misa dominical, condena de herejías.

J. Luis Calderón, en la revista "Fraternidad Sacerdotal Nº 20, señala que "el problema de fondo era la concepción territorial y beneficial de la parroquia que basa en un concepto canónico de pastoral, sin dinamismo misionero, con sello beneficial en lugar de servicial, en la que prevalecen las asociaciones piadosas, más que la asamblea cristiana, y en autonomía de una pastoral de conjunto diocesano". El Código de Derecho Canónico de 1917 le puso la firma a ese modelo.

4. La rutina parroquial.

No se puede negar que la institución "parroquia" ha sido por siglos el centro de referencia y de identidad de los bautizados en la iglesia católica. Los canonistas le fueron poniendo, con el correr de los años, una serie de codificaciones para asegurar el cumplimiento de mandamientos eclesiásticos, facilitar la sacramentación, enseñar el catecismo, celebrar el culto, vigilar la moral ciudadana y hacer ingresar en los archivos a cuanto bautizado, confirmado, "matrimoniado" y fallecido había en el vecindario. Los Libros parroquiales han sido en muchas partes los únicos y seguros datos oficiales antes que el Estado organizara sus propios registros civiles.

Pero descuidó la parroquia, en la mayoría de los lugares, ser una verdadera comunidad cristiana más allá de de un conglomerado de creyentes. Se han hecho esfuerzos por superar esa situación; pero ninguno de ellos promueve una nueva visión de las cosas que tenga en cuenta la realidad: el desborde abrumador del vecindario que dejó a la organización parroquial disminuida y enana en su propio entorno, la casi nula formación para enfrentar la nueva cultura que dejaba a la parroquia aislada en la predicación de sus moralismos, la adicción casi enfermiza a lo cultual y devocional que dejó a la parroquia preocupada de lo accidental en desmedro del fondo de la cuestión: ser educadora de la fe, formadora de personas y promotora del desarrollo.

5. La búsqueda de caminos.

Hacia 1925 los alemanes empezaron a dar realce a la parroquia como una comunidad litúrgica. Veinte años después, los franceses empezaron a promover la parroquia misionera. El autor citado, J. Luis Calderón, recuerda las palabras de Congar en 1948: "La Iglesia no es reductible a la sola parroquia y no debe haber incompatibilidad entre parroquia y misión.La falla más importante ha sido el desconocer la importancia de la ciudad. Para que la misión sea eficaz, debe proceder por ambientes, dentro de un marco urbano completo.

Entonces entran en el escenario los estadounidenses con sus programas de parroquia como una comunidad de sustitución: intenta crear una atmósfera sana en los diferentes ambientes: la parroquia ofrece lo mismo que un Centro social con el añadido de la liturgia y los sacramentos. Levanta escuelas parroquiales, salones propios para la recreación, centros para atender la salud en sus servicios primarios. El párroco es el alma de todo. Es el dueño del verdadero supermercado de tipo religioso.

Hacia 1960, Congar, Arnold, Kung, unos cuantos teólogos pastoralistas visionarios empezaron a hablar de la pastoral de conjunto. En eso estaban cuando el buen Juan XXIII abrió puertas y ventanas para que entrara aire fresco en la institución que tenía ya el polvo de casi dos mil años.

Fuente: Koinonia

domingo, 23 de noviembre de 2008

Las religiones del Libro

Es lamentable que el Sínodo Mundial de Obispos, que será clausurado en Roma el próximo domingo, no haya tenido más resonancia en los medios. Se dirá que eso es asunto de curas, que no interesa a la mayoría de la gente. Pero en eso precisamente, creo yo, es donde está la equivocación. El tema, que ha estudiado el Sínodo, ha sido La Palabra de Dios en la vida de la Iglesia. No entro en problemas técnicos que plantea este tema. Me refiero a cuestiones que están en boca de todo el mundo. Porque son cosas que a todos nos interesan.

Una religión que tiene su centro en la “palabra” que Dios le ha revelado, es (según un lenguaje convencional que data del s. XIX), una “religión del libro”. Religiones del libro son el judaísmo, el cristianismo y el islam. Porque cada una de estas religiones tiene “su libro”. Ahora bien, no debe ser mera coincidencia el hecho de que las tres religiones “del libro” son denominadas también religiones “de confrontación”. Porque históricamente se han pasado la vida enfrentándose entre ellas en guerras y conflictos que duran hasta hoy. ¿Por qué? Por la inevitable relación que se da entre la “palabra revelada” y el “fundamentalismo religioso”. Hablar de “palabra revelada” es hablar de la potente concepción de una verdad única y absoluta. Una verdad, por lo tanto, que, en la mentalidad de muchas personas, se antepone a cualquier otra verdad, incluida la verdad científica. Y que se antepone a cualquier derecho, incluso al derecho a la libertad, a la propia dignidad y hasta, si es preciso, al derecho a la vida. Los conflictos entrereligión y ciencia encuentran aquí se explicación. Desde Galileo, pasando por Darwin, hasta los actuales problemas a propósito de las investigaciones con embriones, el fondo del problema es siempre el mismo. Como también por este motivo se explican los incesantes conflictos que se vienen planteando entre la Iglesia y el Estado desde que, en 1789, la Asamblea Francesa aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Por esto las religiones, especialmente las religiones del libro, se atascan constantemente, lo mismo en su aceptación de los avances científicos, que en sus relaciones con los progresos que se van haciendo en la puesta en práctica de los derechos humanos.

Así las cosas, quienes queremos ser fieles a nuestras creencias religiosas de forma que en ellas entra también nuestra permanencia en la Iglesia, pero al mismo tiempo queremos ser también fieles a nuestro tiempo, a la cultura y a la sociedad en que vivimos, a la ciudadanía que hemos aceptado gustosamente, nos preguntamos: ¿pero es que este conflicto no va a tener nunca solución? ¿vamos a tener que vivir siempre en la tensión de dos fidelidades que no sabemos cómo conciliar? Porque, además, nos duele –y nos duele mucho– ver a tantas personas de buena voluntad abandonar las creencias religiosas porque no soportan más esta tensión entre dos fidelidades que no saben cómo armonizar. Sin olvidar que es duro verse condenado a vivir en esta especie de “doble vida”, que es tanto como verse condenado a tener que vivir siempre en la mala conciencia.

Yo entiendo y respeto a las personas que, estando las cosas como están, por su psicología o su mentalidad, no encuentran más salida que el fundamentalismo religioso. Fundamentalismo no es igual a fanatismo ni autoritarismo. Los fundamentalistas piden una vuelta a las escrituras o textos básicos, que deben ser leídos de manera literal, y proponen que las doctrinas derivadas de tales lecturas sean aplicadas a la vida social, económica o política. El fundamentalismo da nueva vitalidad e importancia a los guardianes de la tradición. Sólo ellos tienen acceso al “significado exacto” de los textos. El clero u otros intérpretes privilegiados adquieren así poder secular y religioso (A. Giddens). Como es lógico, el fundamentalismo cobra vigor y actualidad cuando la gente se siente insegura, amenazada, con muchas preguntas y pocas respuestas. Es lo que ocurrió en la segunda mitad del s. XIX. Fue entonces cuando nació, en Estados Unidos, el moderno fundamentalismo que ahora toma nuevo vigor. Porque, como bien se ha dicho, los fundamentalismos son formas defensivas de espiritualidad y siempre han surgido como respuesta a una crisis amenazante (K. Armostrong). A fin de cuentas, el fundamentalismo es siempre “tradición acorralada”. Y hoy es mucha la gente que se siente acorralada por un cambio de épocaque plantea demasiadas preguntas sin respuesta. Para los que así se sienten, el refugio más seguro es apuntarse a un grupo fundamentalista.

Quienes no nos resignamos a aceptar que la Palabra de Dios y la humanidad, en su historia, su cultura y su progreso, han entrado en un conflicto sin solución, preferimos pensar que esto tiene salida. No se trata de que la va a tener. Se trata de que la tuvo. Los cristianos, según nuestras creencias, encontramos esa salida en la convicción de que “la Palabra de hizo carne” (Jn 1, 14), es decir, la Palabra se humanizó, se fundió con la condición humana. De forma que, a partir de entonces, no puede haber conflicto entre la Palabra de Dios y todo cuanto es verdaderamente humano. Más aún, a Dios sólo podemos encontrarlo en lo humano, en lo que escomún a todos los seres humanos. Aceptar la Palabra es superar todo cuanto nos divide y nos enfrenta: culturas, ideologías, nacionalismos, religiones. La convicción más firme de mi vida es que sólo puedo ser creyente en la medida en que intento ser profundamente humano. No puedo creer en otra religión.

José Mª Castillo
Atrio.org

Lo Santo y los santos...pero sin Purgatorio

Comunión de “lo Santo” (con mayúscula) y de “los santos” (en plural). ¡No se confundan, por favor!. Este post no trata de la primera comunión de ningún periodista radiofónico de apellido parecido, sino del 1 y 2 de noviembre.

También en Japón los niños y niñas de primaria han comprado esta semana calabazas y máscaras para recorrer la vecindad pidiendo propina mientras gritaban ¡Haa-roo-uinnn...! , transposición fonética nipónica del Halloween inglés. Este Japón lo importa todo, desde las chocolatinas de los enamorados por san Valentín hasta la rosa y el libro por sant Jordi.

Los antiguos irlandeses y escoceses celebraban el comienzo del invierno, la víspera del Samhaim, misterioso rito de tránsito y cruce del mundo humano con el divino. La liturgia cristiana bautizó la religiosidad local y la incorporó en el día de Todos los Santos.

Se quejaba un obispo catastrofista de “la ola de laicismo que nos invade” y de “las fiestas religiosas convertidas en puente para ir a la playa”. Pero también muchas festividades cristianas surgieron absorbiendo la fiesta local ya existente (empezando por la Navidad...).

En la misa infantil de las once, dialogando con el parvulado de la primera fila, tengo que explicarles que “Todos los Santos” y “Los difuntos” son una misma fiesta. Han escrito en un cartel con ideogramas japoneses de colores la frase del Credo: “Creo en la comunión de lo santo y de los santos”. Lo santo, porque estos dones que hemos presentado, este pan y este vino, que representan nuestra vida cotidiana, los santifica el Espíritu: le pedimos que “santifique estos dones”, que consagre nuestras vidas y las convierta en cuerpo y vida de Cristo para vida del mundo entero.

La comunidad cristiana se reúne en torno a “lo santo: la Eucaristía” (así nos lo enseñó el teólogo Ratzinger hace cuarenta y cinco años), y en ella se reúnen vivos y difuntos, por eso somos comunión de “los santos” reunida en torno a “lo santo”. La liturgia llama santos a quienes no lo somos, pero somos hechos santos por Dios que nos santifica..En cuanto a los santos de los altares, bueno, ya sabemos que “ni están todos los que son, ni son todos los que están...”.

Para la misa de nueve el chip ha de ser distinto, porque vienen personas mayores, catequizadas en la era preconciliar. La viuda del señor Mikimoto pregunta si, a pesar de tantos sufragios, todavía estará su marido en el Purgatorio (“Como el pobre tenía tantos “asuntillos” fuera de casa...”, comenta sonriendo). Y el señor Takamoto viene a la sacristía preguntando cómo ganar indulgencias. Habrá que comenzar tranquilizándoles, en vez de agobiarles con imágenes de almas en pena o fuegos de purgatorio. “Nada de fuego, ni de sala de espera; nada de purgar, expiar o pagar penas para satisfacer, según el estilo jurídico heredado de la mentalidad romana; nada de comprar indulgencias como quien paga multas de tráfico”.

“Entonces, ¿es que ya no hay Purgatorio?”, dice perpleja la viuda Mikimoto.. “¿Será, dice el bromista Takamoto, que mientras el planeta se calienta el Purgatorio se enfría?” Pues habrá que aclarar en la homilía qué queda o qué no queda del Purgatorio.

Lo expliqué justamente hace un año en el blog de Religión Digital; pero, como en tiempos de fundamentalismos necesitamos reeducación en hermenéutica, vuelvo sobre el mismo tema. (Una “amable” lectora latinoamericana, caracterizada por lo cáustico de sus comentarios al blog, me deseaba el otro día años de purgatorio para expiar presuntas maldades de mis escritos...).

Ante todo, “Purificación” es el nombre del símbolo mal llamado “Purgatorio”. En vez de purgarnos antes de contemplar cara a cara el Misterio de la Vida, es al revés: el encuentro con ese misterio nos purifica, según dice la carta primera de Juan: “Se manifestará entonces lo que somos... Veremos cara a cara... Esa vista nos purifica” (1 Jn 3, 1-3; segunda lectura de la liturgia de Todos los Santos).

Orar recordando a lo seres queridos (más que orar por ellos, orar en compañía de ellos y por su intercesión) es tradición antigua en la Iglesia. Solamente desde el siglo cuarto se menciona un “purgatorio”. Predicadores como san Cipriano tomaron a la letra lo del “fuego que quema la paja y purifica el oro” (1 Corintios 3, 12-15) y usaron la palabra “purgar”, de donde salió el “purgatorio”. La mentalidad jurista latina elucubró sobre expiar y pagar penas, incluso por lo ya perdonado. Las iglesias griegas preferían hablar de “purificación” y divinización en el trance de la muerte, en vez de purga y satisfacción expiadora. El Concilio de Florencia buscó un compromiso (como ocurre a menudo en documentos eclesiásticos, para contentar a dos extremos de la feligresía): quitó lo del fuego, tranquilizando así a las comunidades griegas, y mantuvo la expiación, dando gusto a las latinas.

Pero se complicó la cosa por el trapicheo mercantil de las indulgencias, que con razón criticó Lutero. El Concilio de Trento prohibió las exageraciones pirómanas de la predicación, pero no se le hizo caso y siguieron exhibiéndose los cuadros de ánimas achicharrándose en llamas (De pequeño, recuerdo cómo me impresionaba ver esas imágenes de tamaño natural en san Nicolás y san Antolín, en Murcia, unos cuadros inmensos de ánimas en pena; ignoro si, por fin, los habrán quitado).

El Concilio Vaticano II corrigió de nuevo (Lumen gentium, 49-51) y el Catecismo del 92, en vez de “purgar”, habló de “purificarse”. Queda, por tanto, la riqueza del símbolo refrescante de la purificación, como en el agua bautismal cristiana o en el kiyome sintoísta con agua pura. Recordamos sin ansiedad a los seres queridos difuntos, que ya descansan, como se canta en el Requiem, en el lugar del "refrigerio, la luz y la paz”.

Lo dije, en vida de mi madre, en una homilía, y comentó ella, desde la sensatez creyente acumulada durante sus ochenta y nueve años: “Hijo mío, esta teología es un alivio, pero, ¿por qué los curas lo teníais tan callado hasta ahora?”.

P. Juan Masiá Clavel.
Vivir y pensar en la frontera.

martes, 18 de noviembre de 2008

«El diálogo interreligioso es como una peregrinación»

Entrevista con el Cardenal Tauran, presidente del Consejo pontificio para el Diálogo Interreligioso

CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 11 febrero 2008

«El diálogo interreligioso es como una peregrinación», afirma en esta entrevista concedida a Zenit el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso.El purpurado francés, de 64 años, habla de la visita de representantes de 138 musulmanes (que en realidad son ya 241), autores de una carta dirigida a Benedicto XVI, en cuya respuesta el Papa les propuso un encuentro en Roma.

El cardenal Tauran fue durante muchos años «ministro» de Asuntos Exteriores de Juan Pablo II como secretario vaticano para las relaciones con los Estados.


--El año 2008 se caracterizará, en el marco del diálogo interreligioso, por ser el año europeo del diálogo intercultural. ¿Podría comentar esta iniciativa y el compromiso de la Iglesia en el acontecimiento?

--Cardenal Tauran: Ha pasado un mes y todavía no hemos percibido la amplitud de la iniciativa, pero lo importante, lo que han subrayado los responsables europeos, es que más de una tercera parte de los franceses están cotidianamente en contacto con personas que pertenecen a otra raza, a otra religión y a otra cultura, y están por tanto «condenados», por así decir, a dialogar para conocerse y vivir juntos.

Por tanto, creo que hay muchos esfuerzos que realizar para progresar en este diálogo y personalmente lo que voy a proponer es que se dé quizá una iniciativa común entre el Consejo Pontificio para la Cultura y el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso para ver cómo podemos ayudar a nuestros contemporáneos a progresar en este conocimiento mutuo que es una cuestión de respeto del otro, así como de respeto de las identidades de unos y otros.

--Por lo que se refiere al diálogo interreligioso, como presidente del Consejo Pontificio, ¿cuáles son sus expectativas y esperanzas para este año?

--Cardenal Tauran: Estoy en este cargo desde el mes de septiembre, me considero todavía en un período de noviciado. Por tanto, para mí este año va a ser un año de descubrimiento. Lo que me parece muy interesante, ante todo, es que el diálogo interreligioso no es algo nuevo. Desde el Concilio se ha hecho mucho, se ha recorrido mucho camino.

Por ejemplo, algo que he descubierto y que me parece magnífico es el diálogo interreligioso entre monasterios, entre contemplativos. Monjes y monjas católicos se encuentran con monjes y monjas budistas, por ejemplo, o incluso con representantes del sufismo. Esto es algo que me parece importante, es lo que llamo el «diálogo de las espiritualidades».

Se habla de diálogo de vida, de diálogo teológico, pero el diálogo de las espiritualidades es el diálogo entre personas para quienes la oración es su razón de vida, que hacen profesión monástica de vida radical, ya sea en el mundo cristiano, ya sea en la tradición asiática o en el islam. Creo que hace falta profundizar en este diálogo entre las espiritualidades. De hecho, cuando el hombre reza es más grande. Por tanto, tratemos de salir a su encuentro cuando se encuentra en la cumbre de su dignidad.

--El diálogo con los musulmanes parece avanzar con la venida de emisarios musulmanes al Vaticano para preparar ulteriormente un encuentro de mayores dimensiones. Pero siguen dándose divergencias sobre los argumentos que hay que afrontar. ¿Cuáles son, desde su punto de vista, las prioridades y los puntos más fecundos en discusión?

--Cardenal Tauran: Está claro que no puedo saber con antelación lo que traerán en su mente nuestros amigos musulmanes cuando vengan aquí para dialogar con nosotros, pero creo que podremos compartir convicciones comunes: por ejemplo, la adoración del único Dios, el carácter sagrado de la vida humana, la dignidad de la familia, la preocupación por la educación y la juventud. Obviamente habrá que discutir sobre otros problemas, por ejemplo, la interpretación de los derechos del hombre tal y como los definen las convenciones internacionales, o el principio de reciprocidad que es muy importante en el contexto de la libertad religiosa. Creo que son problemas de los que podremos hablar.

--Buena parte de su ministerio lo ha desarrollado al servicio de la diplomacia vaticana. ¿Cómo le ayuda hoy esa experiencia?

--Cardenal Tauran: Me es de ayuda en la medida en que la diplomacia se basa en el diálogo, en la escucha del otro: saber escuchar, saber percibir los detalles, y a continuación exponer su punto de vista en toda su verdad. Contrariamente a lo que se piensa, la diplomacia no es ni mucho menos mentira o ambigüedad. Por el contrario, es buscar la verdad de manera que la negociación pueda lograrse sin que detrás se den segundas intenciones.

Ahora bien, creo que hay que distinguir entre diálogo interreligioso y diálogo diplomático, pues el diálogo interreligioso no es sólo una conversación entre amigos, querer agradar al otro. No es tampoco una negociación, pues una negociación significa resolver un problema, encontrar una solución, y ya está. El diálogo interreligioso es como una peregrinación y un replanteamiento personal. Una peregrinación en el sentido de que nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro del otro, hacer un tramo del camino con él para conocerle mejor, y además es un riesgo, pues cuando le pregunto al otro «¿quién es tu Dios?, ¿cómo vives la fe?», me expongo a que la persona que tengo ante mí me plantee la misma pregunta. Y por tanto, yo también estoy obligado a responderle. Se trata, por tanto, al mismo tiempo de una peregrinación y de un riesgo.

--Este diálogo interreligioso está muy cerca de la política o de las posiciones de algunos estados. ¿Es posible quedarse a nivel religioso sin ser manipulado por estos últimos, independientemente de quienes sean?

--Cardenal Tauran: Siempre es posible la manipulación. Pero creo que hay que tener cuidado tanto de separar herméticamente lo religioso de lo político como de confundir las dos áreas. Creo que hay que reflexionar sobre el concepto de separación. Se pueden separar las Iglesias del Estado, sin duda, pero no se pueden separar las Iglesias de la sociedad, es imposible, lo experimentamos. Por tanto, lo importante es que haya separación y colaboración pues, en el fondo, el gobierno y un responsable religioso se ocupan de la misma persona, que es a la vez ciudadano y creyente. Por tanto, se da necesariamente una cooperación, distinción de competencias, pero cooperación por el bien común y por el bien de esta persona.

--Usted ha pasado prácticamente todo su ministerio fuera de Francia, su país natal. ¿Cómo ve a la Iglesia en la Francia hoy?

--Cardenal Tauran: No cabe duda de que la Iglesia en Francia ha experimentado una crisis, decirlo es algo banal. Pero creo que ahora hay signos de renacimiento. En particular, cuando visito los seminarios, siempre me impresiona el ver a los jóvenes sacerdotes. Creo que hay una nueva generación mucho más preocupada por transmitir una experiencia espiritual. Creo que en la Francia de hoy lo importante es ver cristianos que recen, cristianos que celebren, cristianos que estén en las fronteras de la caridad, que ejerzan lo que yo llamo el «poder del corazón». En una sociedad que en el fondo es muy dura, en ocasiones despiadada, tenemos este «poder del corazón», es decir, sembrar misericordia, testimoniar el amor de Dios por nosotros que pasa a través el amor fraterno. Pues, en el fondo, la mejor manera de mostrar que Dios es Padre es vivir como hermanos.

--Una última pregunta. Vuelvo a tocar la cuestión del diálogo con los musulmanes: ¿no cree que el riesgo está en promover un diálogo simpático, pero que deja a un lado los problemas y las divisiones?

--Cardenal Tauran: Sin duda es un riesgo, pero creo que el interés de esta reunión que vamos a tener con los representantes de los 138 [líderes musulmanes, ndt.], que de hecho ahora son 241, consiste en crear una estructura de diálogo, una especie de canal que siempre estará abierto y en el que podamos encontrarnos. Es lo que quisiera proponer, de manera que este diálogo sea algo continuo, estructurado, para evitar una cierta superficialidad. Dejando muy claro que con esto no estamos diciendo: «todas las religiones son iguales». Nosotros decimos: «todos los buscadores de Dios tienen la misma dignidad». Eso es el diálogo interreligioso, no es ni mucho menos sincretismo. Es decir, «todas las personas que están en búsqueda de Dios tienen la misma dignidad, por tanto, deben disfrutar de la misma libertad, del mismo respeto».

Traducción del original francés realizada por Jesús Colina (ZENIT.org).-

martes, 11 de noviembre de 2008

India: la persecución religiosa en Orissa

Al menos 500 asesinados, aunque según el Gobierno, las víctimas son solo 31

NUEVA DELHI, martes 4 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- Las víctimas de la ola de violencia anticristiana que ha sacudido recientemente el estado indio de Orissa son al menos 500, según ha afirmado un representante del gobierno local, confesando haber permitido la cremación de al menos 200 cuerpos, según recoge la agencia Asianews.

Esta persona, que ha pedido mantener el anonimato, reveló estas cifras a un grupo del Partido comunista de la India marxista-leninista (Cpi - Ml), que ha llevado a cabo una visita-pesquisa en el distrito de Kandhamal. Según el Gobierno, las víctimas oficiales de la violencia son solamente 31.

Entre el 15 y el 16 de octubre, el Cpi- Ml visitó las aldeas destruidas y los campos de refugiados, y encontró y entrevistó a magistrados y policías. El informe ha sido publicado en el número de noviembre de la revista "Liberation", órgano oficial del partido comunista indio.

"Además de las declaraciones sobre el número real de muertos, el informe describe también la incoherencia entre lo que asegura el Gobierno sobre los campos de refugiados y la situación real", afirma la agencia Asianews, del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras (PIME).

Según el Gobierno, en los 15 campos de refugiados -que acogen a 12.641 personas huidas de las devastaciones- hay alimentos en abundancia, doctores, medicinas, escuelas para los niños. Visitando algunos campos, en cambio, el grupo ha notado raciones insuficientes, falta de medicamentos y ninguna ayuda para las mujeres embarazadas, y describen también "una atmósfera llena de terror entre los cristianos, que temen por su vida si osan volver a sus aldeas".

"Los grupos fundamentalistas quieren alejar a las fuerzas de policía enviadas por el Gobierno central, y se están organizando en grupos armados, amenazando a aquellos que no se convierten al hinduismo -afirma Asianews-. Al mismo tiempo, los responsables de los campos de refugiados empujan a los prófugos a volver a sus pueblos, asegurándoles que la vida ha vuelto a la normalidad".

Una investigación del Cpi-Ml denuncia que el 'pogrom' contra los cristianos había sido organizado desde hacían tiempo por las organizaciones Vishwa Hindu Parishad y Bajrang Dal. Por este motivo, los comunistas piden que el Gobierno central las prohíba y las declare fuera de la ley.

Agradecimiento de un rabino a Pío XII

Carta del rabino francés Zaoui al Papa en 1944, donde agradece a Pío XII y a sacerdotes católicos la ayuda prestada a los judíos perseguidos durante la Shoah.

Esta carta del rabino André Zaoui, capellán, capitán del cuerpo expedicionario francés, dirigida a Pío XII el 22 de junio de 1944, se encuentra entre las piezas más interesantes de la exposición sobre la biografía de Pío XII presentada este 3 de noviembre en el Vaticano.

Una pieza tanto más interesante cuanto que la exposición no busca decir una palabra sobre los hechos, gestos y palabras de Pío XII en favor de los judíos perseguidos, sino a trazar el itinerario del papa Eugenio Pacelli desde su infancia hasta su muerte en 1958, hace cincuenta años.

La muestra presenta las facetas de su personalidad, desde su amor a los animales (se le ve fotografiado con un canario y unos corderos), su fascinación por todas las invenciones modernas (su maquinilla de afeitar eléctrica y su máquina de escribir, su presencia en las ondas de Radio Vaticana), su preocupación constante por los más desfavorecidos (los colchones instalados hasta en las escaleras del Palacio Apostólico o en Castelgandolfo para acoger a los refugiados de la Segunda Guerra Mundial, sin distinción), su amor a las artes (y su salvamento de obras de arte durante el conflicto, o el concierto de la Orquesta Filármónica de Israel, el 25 de mayo de 1955, en signo de "gratitud por su obra en favor de los judíos perseguidos durante la guerra"), sus repetidas intervenciones durante la guerra, su actividad diplomática, etc.

El rabino Zaoui recuerda que pudo asistir a una audiencia pública del Papa "el 6 de junio de 1944 (sic!) a las 12 h 20", con "numerosos oficiales y soldados aliados".

Menciona también su visita al Instituto Pío XI "que protegió durante más de seis meses a unos sesenta niños judíos, entre ellos algunos pequeños refugiados de Francia".

Dice haberse sentido impresionado por la "solicitud paternal de todos los maestros" y cita esta frase del prefecto de estudios: "No hemos hecho nada más que nuestro deber".

El 8 de junio de 1944, el rabino Zaoui reseña otro acontecimiento en el que participó: la reapertura de la sinagoga de Roma, cerrada por los nazis en octubre de 1943.

Señala la presencia de un sacerdote francés, el padre Benoit "evadido de Francia", que se dedicó "al servicio de las familias judías de Roma". El rabino reseña estas palabras del sacerdote y la fuerte impresión que tuvieron en la asamblea que le reconoció y aclamó: "Amo a los judíos con todo mi corazón". Esta palabra recuerda al rabino la de Pío XI, que reseña así: "Nosotros somos espiritualmente semitas".

André Zaoui expresa su reconocimiento en estos término: "Israel no olvidará jamás". La carta se encuentra también reproducida en el elegante y muy cuidado catálogo de la exposición, publicado bajo la autoridad de la Comisión Pontificia de Ciencias Históricas ("El hombre y el pontificado "1876-1958", "El hombre y el pontificado 1876-1958", 238 páginas, Librería Editorial Vaticana, pág. 157).

Una carta del cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, reproducida en facsímil (págs. 13-14), subraya la importancia de este catálogo y de la exposición, que ayuda a "dar a conocer mejor a un pontífice que es reconocido justamente como uno de los más grandes personajes del siglo XX".

Da las gracias vivamente a todos aquellos que han participado en esta empresa y desea que esta contribuya "a hacer apreciar, especialmente a la nuevas generaciones, la extraordinaria figura de este Papa, que supo preparar, con una intuición profética de los signos de los tiempos, el camino de la Iglesia en la era contemporánea"

La exposición, organizada en el llamado "Brazo de Carlomagno", es decir en el lado izquierdo de la columnata de Bernini, mirando de frente a la fachada de la basílica de San Pedro, está abierta desde ayer hasta el 6 de enero de 2009. Partirá enseguida hacia Berlín y Munich.

Fue presentada por el presidente de la Comisión Pontificia de Ciencias Históricas, profesor Walter Brandmüller, por Giovanni Morello --de la Fundación para los Bienes y las Actividades Culturales de la Iglesia--, el vaticanista del diario italiano "Il Giornale" Andrea Tornielli, los profesores Matteo Luigi Napolitano, Universidad del Molise, y Philippe Chenaux, profesor de Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad Pontificia de Letrán, y autor de una obra titulada"Pío XII, diplomático y pastor", en presencia del profesor Cosimo Semeraro, sdb, secretario de la Comisión Pontificia.


Por Anita S. Bourdin, traducido del francés por Nieves San Martín
ROMA, miércoles 5 noviembre 2008 (ZENIT.org)

domingo, 9 de noviembre de 2008

«Venid y veréis»

Los fieles de la Catedral de la diócesis de Bao Ding anuncian el Evangelio entre las personas que pasan por la calle, impresionadas e interesadas.

Bao Ding (AF).– “Venid y veréis” es el lema que en formato gigante la Catedral de la diócesis de Bao Ding ha izado en la calle principal y llamando la atención de los pasantes. Con esta iniciativa se ha abierto la celebración de la Jornada Misionera Mundial (JMM) de la comunidad católica.

Los fieles han escogido celebrar la JMM en la calle, sobre todo para anunciar el Evangelio en medio de la gente. Todos los parroquianos se han movilizado. Las mesas con la invitación “haced vuestras preguntas sobre la fe católica” han estado rodeadas por curiosos y gente interesada. Muchas personas han podido presentar sus preguntas y se han inscrito directamente al curso de catecismo. sobre la fe católica”.

Además, se distribuyeron volantines y material impreso para la formación de la fe. La muestra misionera ha puesto a disposición más de 60 fotos de la vida de parroquia: bautizos, una visita a un orfanato católico, la atención a los leprosos, los coros de las parroquias, el catecismo de los niños y la fiesta de los jóvenes... Según los organizadores en un sólo día han sido distribuidos más de 1.800 subsidios para la evangelización.

La diócesis de Bao Ding, misión de los Lazaristas franceses, se encuentra en la Iglesia católica en China: en la provincia de He Bei. El Vicariato Apostólico fue instituido el 3 de diciembre de 1924 y luego la Diócesis en 1946, año de la Institución de la Jerarquía china. Aquí se encuentra el más importante Santuario mariano chino, “Mary Queen of China” de Dong Lv, (“María, la Reina de China”). Durante el Primer Concilio de la Iglesia Católica China (15 de mayo de 1924 - 12 de junio de 1924) guiado por el primer Delegado apostólico de Papa Pío XI, Su Exc. Mons. Celso Costantini (futuro Cardenal), el Santuario de Dong Lv fue reconocido como Santuario de “Mary Queen of China”. Hoy la diócesis de Bao Ding está compuesta por más de 50.000 fieles, unos cincuenta sacerdotes, 65 seminaristas mayores y 35 menores, diversas religiosas de la Congregación de las Pequeñas Hermanas de Santa Teresita, fundada por el grande y amado misionero belga P. Vincent Lette. La Catedral, dedicada a los Santos Pedro y Pablo, fue construida por un misionero francés en 1905 en estilo románico, y puede acoger a más de mil fieles.

Desde la paz. Núm 170
http://www.cetelmon.tv/index.php

jueves, 6 de noviembre de 2008

Declaración Final del Foro Católico-Musulmán de Roma

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 6 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el texto final de la Declaración Final del Foro Católico-Musulmán que ha concluido hoy en Roma.


DECLARACIÓN FINAL


El Foro Católico-Musulmán fue formado por el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y una delegación de los 138 signatarios musulmanes de la carta abierta con el título "Una palabra común", a la luz del mismo documento y de la respuesta de Su Santidad Benedicto XVI a través de su Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone. Su primer Seminario ha tenido lugar en Roma entre el 4 y el 6 de noviembre de 2008. Veinticuatro participantes y cinco consejeros de cada religión participaron en la reunión. El tema del Seminario ha sido "El amor a Dios, amor al prójimo".

La discusión, que se desarrolló en un espíritu cálido y cordial, enfocó dos grandes temas: "Fundamentos Teológicos y Espirituales" y "Dignidad Humana y Respeto Mutuo". Los puntos de semejanza y de diversidad surgieron, reflejando el distinto genio específico de las dos religiones.

1. Para los cristianos la fuente y el ejemplo de amor de Dios y al prójimo son el amor de Cristo hacia su Padre, hacia la humanidad y hacia cada persona. "Dios es Amor" (1 Jn 4, 16) y "Dios amó tanto al mundo que le entregó a su único Hijo de modo que quien crea en él no fallezca sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16). El amor de Dios es puesto en el corazón humano por el Espíritu Santo.

Es Dios quien nos amó primero y quien nos capacita para amarle a nuestra vez. El amor no hace daño al prójimo, sino más bien procura hacer al otro lo que uno querría que le hicieran (Cf. 1 Cor 13, 4-7). El amor es el fundamento y la suma de todos los mandamientos (Cf. Gal 5, 14). El amor al prójimo no puede separarse del amor a Dios, porque es una expresión de nuestro amor hacia Dios. Este es el nuevo mandamiento, "Amaos unos a otros como yo os he amado" (Jn 15, 12). Profundamente conectado al amor expiatorio de Cristo, el amor cristiano es misericordioso y no excluye a nadie; esto también incluye a los propios enemigos. Deben ser no solamente palabras, sino también hechos (Cf. 1 Jn, 4, 18). Este es el signo de su autenticidad.

Para los musulmanes, como se explica en "Una Palabra Común", el amor es un poder eterno transcendente que dirige y transforma el respeto humano mutuo. Este amor, como indicó el Profeta Santo y Amado Mahoma, es anterior al amor humano hacia el Dios Verdadero. Un Hadith indica que el amor compasivo de Dios por la humanidad es aún mayor que el de una madre hacia su niño (El Musulmán, Bab Al-Tawba: 21); por lo tanto, existe antes e independientemente de la respuesta humana al que es "El Amor". Tan inmenso es este amor y compasión que Dios ha intervenido para dirigir y salvar a la humanidad de un modo perfecto muchas veces y en muchos lugares, enviando profetas y escrituras. El último de estos libros, el Qur'an, retrata un mundo de signos, un maravilloso cosmos de arte Divino, que provoca nuestro completo amor y devoción, de modo que "los que tienen fe, tengan más amor de Dios" (2:165), y "aquellos que creen, y hacen buenas obras, el Misericordioso engendrará amor entre ellos"' (19:96). En un Hadith leemos que "Ninguno de vosotros tiene fe hasta que quiera para su prójimo lo mismo que quiere para sí mismo" (Bukhari, Bab Al--Iman: 13).

2. La vida humana es el regalo más precioso de Dios a cada persona. Por lo tanto debería ser conservado y honrado en todas sus etapas.

3. La dignidad humana surge del hecho que cada persona ha sido creada por un Dios de amor y por amor, y ha sido dotada con los dones de la razón y el libre albedrío, y por lo tanto está capacitada para amar a Dios y a los demás. Sobre la base firme de estos principios, la persona requiere el respeto de su dignidad original y su vocación humana. Por lo tanto, él o ella son titulares al reconocimiento pleno de su identidad y libertad por individuos, comunidades y gobiernos, apoyados en una legislación civil que asegure la igualdad de derechos y la plena ciudadanía.

4. Afirmamos que la creación de la humanidad por parte de Dios tiene dos grandes aspectos: la persona humana, la masculina y la femenina, y nos comprometemos conjuntamente a asegurar que la dignidad humana y el respeto se extienda hacia una igualdad básica entre hombres y mujeres.

5. El amor genuino al prójimo implica el respeto de la persona y a sus opciones en asuntos de conciencia y religión. Esto incluye el derecho de individuos y comunidades para practicar su religión en privado y en público.

6. Las minorías religiosas tienen derecho a ser respetadas en sus propias convicciones y prácticas religiosas. También tienen derecho a sus propios sitios de adoración, y sus figuras y símbolos fundamentales que consideran sagrados no debería ser sujetos a ninguna forma de burla o ridículo.

7. Como creyentes católicos y musulmanes, somos conscientes de la necesidad y el deber de testimoniar la dimensión transcendente de la vida, a través de una espiritualidad alimentada por la oración, en un mundo cada vez más secularizado y materialista.

8. Afirmamos que ninguna religión ni sus seguidores deberían ser excluidos de la sociedad. Cada uno debería ser capaz de dar su contribución indispensable al bien de sociedad, sobre todo en el servicio al más necesitado.

9. Reconocemos que la creación de Dios en su pluralidad de culturas, civilizaciones, lenguas y pueblos es una fuente de riqueza y por lo tanto nunca debería convertirse en causa de tensión y conflicto.

10. Estamos convencidos de que católicos y musulmanes tienen el deber de proporcionar una sana educación en valores humanos, cívicos, religiosos y morales a sus miembros respectivos y promover información exacta sobre las distintas religiones.

11. Creemos que católicos y musulmanes estamos llamados a ser instrumentos de amor y armonía entre creyentes, y para la humanidad en general, renunciando a cualquier tipo de opresión, violencia agresiva y terrorismo, sobre todo cuando se cometen en nombre de la religión, y manteniendo el principio de justicia para todos.

12. Apelamos a los creyentes a que trabajen por un sistema financiero ético en el cual los mecanismos reguladores tengan en cuenta la situación de los pobres y desheredados, tanto individuos, como naciones endeudadas. Apelamos al primer mundo a tener en cuenta la grave situación de aquellos afligidos más gravemente por la actual crisis en la producción de alimentos y su distribución, y pedimos a los creyentes de todas las religiones y a las personas de buena voluntad que trabajen juntos para aliviar el sufrimiento de los hambrientos, y eliminar sus causas.

13. Los jóvenes son el futuro de las comunidades religiosas y de las sociedades en su conjunto. Cada vez más, vivirán en sociedades multiculturales y multireligiosas. Es esencial que sean bien formados en sus propias tradiciones religiosas y bien informados sobre otras culturas y religiones.

14. Estamos de acuerdo en explorar la posibilidad de establecer un comité permanente católico-musulmán para coordinar respuestas a conflictos y otras situaciones de emergencia y para organizar un segundo seminario en un país de mayoría musulmana, aún por determinar.

15. Intentaremos que el segundo Seminario del Foro Católico musulmán sea convocado en aproximadamente dos años en un país de mayoría musulmana aún por determinar.

Todos los participantes agradecieron a Dios por el don transcurrido juntos y por el intercambio enriquecedor.

Al final del Seminario Su Santidad el Papa Benedicto XVI recibió a los participantes y, después de los discursos del profesor Seyyed Hossein Nasr y el gran mufti Mustafa Ceric, se dirigió al grupo. Todos los presentes expresaron su satisfacción por los resultados del Seminario y sus expectativas de un diálogo productivo ulterior.

Traducción del original inglés realizada por Inma Álvarez