martes, 8 de julio de 2008

Una nota injusta

5 - 7 - 2008

En mis dudas sobre la pertinencia o no de escribir estas líneas vino en mi ayuda el poeta: «Entre el silencio y el grito, la palabra, la palabra siempre amenazada». Los sistemas rígidos fácilmente se sienten asediados y no dejan espacio para la circulación de voces diferentes en su seno. Tomar la palabra se paga caro, con la expulsión o con el ostracismo. Lo fácil entonces es el silencio obsequioso del miedo, para no crearse problemas, para no caer en desgracia, para seguir contando en el sistema; pero también surge fácil el grito, es decir, la contestación sistemática, la pataleta airada, la agresividad. El poeta reivindica la palabra razonada y libre, pese a los costes personales, responsable y consciente de las repercusiones de lo que se dice. Discrepar en la Iglesia católica de nuestros días ni es fácil, ni sale gratis, sobre todo si no aceptas encasillamientos ni banderías, cuando deseas hacerlo de forma constructiva sin que tus palabras sirvan a la creciente fractura social por motivos religiosos (laicismo militante versus catolicismo político), sino al contrario, para superar este maldito contencioso de nuestra historia.

Me permito este párrafo introductorio cuando mi intención es hacer unas reflexiones sobre la 'Nota de clarificación sobre el libro de José Antonio Pagola, Jesús. Aproximación histórica (PPC, Madrid 2007, 544pp.)' de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe publicada con la autorización de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, y dada a conocer el viernes 27 de junio. Es conocido el éxito del libro, del que se han vendido casi 50.000 ejemplares y del que se anuncia para septiembre una segunda edición, que cuenta con el 'nihil obstat' del obispo de San Sebastián y en la que el autor ha introducido algunas modificaciones en vista de las críticas recibidas. Con la brevedad y sencillez requeridas por un artículo periodístico expondré el contenido de la nota, que tiene dos partes. En la primera se critica el método y en la segunda se denuncian seis errores doctrinales.

La metodología de Pagola es la compartida por toda la investigación exegética de nuestros días y la resumo en los puntos siguientes, todos cuestionados por la Nota: a) Los evangelios son testimonios creyentes sobre Jesús, que se basan en datos históricos, pero no son crónicas históricas. b) Por eso es perfectamente legítimo analizar el valor histórico de cada escena evangélica. c) Igualmente hay que distinguir la investigación histórica sobre Jesús de la reflexión teológica y creyente sobre su persona. Pagola no sólo afirma su fe en Jesús, sino que es ella la que le mueve a embarcarse en la investigación histórica, pero metodológicamente no puede introducir la fe en su trabajo histórico. Esto no sólo es perfectamente legítimo, sino necesario en la medida en que la ineludible asunción de la razón en el seno de la fe (tema reiterado por el Papa actual) implica que la confesión cristológica acepte sin miedo alguno, al contrario, la vea como un estímulo, la investigación histórica sobre Jesús. La Nota achaca a Pagola que «parece sugerirse que para reconstruir la figura histórica de Jesús haya que prescindir de la fe». Pues sí, metodológicamente no se puede introducir la fe en el trabajo histórico. Hay que respetar la autonomía de cada ciencia, también de la historia, y ser, al mismo tiempo, bien conscientes de sus límites. La obra actual más importante sobre el Jesús histórico es la de un norteamericano católico, J. P. Meier, se titula 'Jesús, un judío marginal', y se han publicado tres gruesos tomos, que han sido traducidos al castellano. Al inicio de la obra dice lo siguiente: «En lo que sigue haré lo posible por poner entre paréntesis cuanto sostengo por fe y examinar solamente lo que se puede mostrar como cierto o probable por investigación histórica y razonamiento lógico (...) atreverme a una estricta distinción entre lo que conozco acerca de Jesús mediante estudio y raciocinio y lo que sostengo mediante la fe. Tal distinción está sólidamente arraigada en la tradición católica: por ejemplo, Tomás de Aquino distingue cuidadosamente entre lo que conocemos por razón y lo que afirmamos por fe». Pagola no hace algo diferente, y la obra de Meier goza de gran prestigio en el mundo católico y es citada como el mejor ejemplo de exégesis científica, con su méritos y limitaciones, en la selecta bibliografía que Ratzinger-Benedicto XVI incorpora al final de su obra sobre Jesús. Por ejemplo, está abierto a la discusión científica si la localización del nacimiento de Jesús en Belén responde a un interés teológico o a una realidad histórica; como lo está la historicidad de la comparecencia de Jesús ante el Sanedrín, en la pasión, escena que bien pudiera ser fundamentalmente una construcción teológica. Esto es evidente en los estudios bíblicos actuales y para nada compromete a la fe. La Nota refleja mucha ignorancia cuando echa en cara a Pagola su postura en estos dos casos, que cito sólo a modo de ejemplos.

En el aspecto metodológico la Nota achaca a Pagola que sitúa a Jesús en «un horizonte preferentemente humano» y adopta «el análisis propio de la lucha de clases». En realidad lo que hace nuestro autor es situar a Jesús en las circunstancias sociales e históricas de Palestina y del Imperio romano. La contextualización de la enseñanza y vida de Jesús es una de las grandes aportaciones de la investigación actual. Es tomarse en serio la encarnación, comprender que Jesús habla en función de unos problemas concretos y que vivió en un tiempo y en un país atravesado por enormes tensiones sociales. Pagola se basa en los estudios históricos más solventes que existen en estos momentos y no utiliza ni por asomo las categorías de lucha de clases ni de ninguna otra escuela sociológica. Jesús dice «bienaventurados los pobres y malditos los ricos» y María alaba a Dios porque «derriba a los potentados de sus tronos y exalta a los humildes. A los hambrientos colma de sus bienes y a los ricos despide con las manos vacías». ¿Demasiado fuerte? ¿Jesús, María, Lucas, que transmite estas palabras, se guían por la lucha de clases?

En resumen, la Nota en sus planteamientos metodológicos, por su forma de tratar la naturaleza de los evangelios y porque no deja espacio para su estudio crítico, responde a una actitud fundamentalista. Este documento abre un contencioso, no ya con Pagola, sino con los presupuestos básicos de los estudios bíblicos modernos, que tanto costó aceptar en la Iglesia católica y que fue uno de los signos distintivos del Vaticano II.

La antes mencionada confusión de no diferenciar el estudio histórico de Jesús de la reflexión creyente sobre su persona -ambas legítimas y necesarias- se pone de manifiesto en la Nota cuando denuncia los supuestos errores doctrinales del libro de Pagola. Y es que la divinidad de Jesús, el sentido salvífico de su muerte, su resurrección, son afirmaciones estrictamente creyentes, inasequibles como tales al método histórico. Se equivoca radicalmente la Nota cuando dice que Pagola «presenta una historia que es incompatible con la fe». En las pocas horas transcurridas desde la publicación de la Nota me he preocupado de consultarla con varios colegas españoles y extranjeros de reconocido prestigio y todos han manifestado su asombro ante esta afirmación episcopal. La Nota está anclada en planteamientos apologéticos trasnochados. La investigación histórica de Pagola está, clara y expresamente, abierta a la interpretación de la fe de la Iglesia, que ciertamente supone un desarrollo peculiar en la comprensión de la vida y persona de Jesús.
Un artículo periodístico no es el lugar para entrar en discusiones más técnicas. Pero ¿por qué esta denuncia del libro de Pagola y no se dice nada de tantos otros libros sobre el Jesús histórico de reconocidos exegetas, traducidos al castellano, y que son mucho más críticos? Se llega a decir del libro de Pagola que es «dañino». Tenemos innumerables testimonios de personas a quienes ha ayudado a profundizar en su fe y, lo que es más notable, de gente que han descubierto, con interés y hasta con entusiasmo, la persona de Jesús. Muchos pensamos que este libro ha hecho un bien pastoral y cultural inmenso. Por supuesto, en él hay muchas cosas discutibles. Esto va en la naturaleza misma de un estudio histórico, necesariamente hipotético, limitado y aproximativo (como reconoce el autor en el subtítulo). Sería muy interesante discutir algunos puntos del libro, pero lo malo es que la condena episcopal, autoritaria y descalificadora, hecha desde presupuestos fundamentalistas, impide la discusión crítica y libre. El libro de Pagola está escrito en un estilo narrativo, fluido, de fácil lectura, y aquí radica uno de sus méritos. Un libro de estas características requiere una lectura flexible, que no aísle una afirmación del conjunto y no pierda de vista el hilo conductor de la obra. En el prólogo de su libro sobre Jesús, Ratzinger-Benedicto XVI reconoce que su obra es discutible y añade: «Sólo pido a los lectores y lectoras una actitud de simpatía sin la cual no es posible la comprensión». La Nota de la Comisión episcopal, además de sus notables carencias intelectuales, refleja una lectura carente de la mínima empatía con el texto, de la voluntad de entenderlo positivamente, y así se explica que a la flojedad intelectual se una la injusticia en sus valoraciones.

Rafael Aguirre


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