miércoles, 28 de marzo de 2007

El turno de la Iglesia Católica

Ahora le toca a la Iglesia Católica ser diana de ataques, blasfemias, imágenes pornográficas, películas eróticas en las que se compara el éxtasis con la carnalidad sexual o películas con algún o varios Oscars en las que se ridiculiza a personas concretas o a la propia Institución con actitudes o posturas noñas o pasadas de moda. Podríamos seguir con esta ristra de disparates pero basta con estos botones de muestra.

Quizá sea ocasión de reflexionar por sus causas, remontarnos a sus orígenes y esbozar alguna conclusión: si la Iglesia Católica representa la Verdad y es depositaria de la única verdad por la que merece la pena vivir, para aquellos a los que molesta que una mayoría de personas beban de esa fuente, busquen ser felices a través de senderos un tanto angostos pero certeros, o lo que es peor, vivan con una coherencia contagiosa y visible su fe, resulta lógica y necesaria su beligerancia y rebeldía ante esta realidad repudiada y denostada. Pero lo que ocurre es que a esta minoría poco silenciosa y bien orquestada a través de los medios de comunicación, rezuma un fuerte olor a azufre: son pocos pero hacen daño porque tienen poder, saben actuar y cuentan con recursos económicos y sociales para conseguir sus propósitos. Y esto, no ha hecho más que empezar.

¿Cómo puede frenarse este ataque a la línea de flotación de la Institución más antigua de la historia? Son varios los niveles, en los que puede plantearse la estrategia, a nivel personal, a nivel familiar, a nivel social y a nivel eclesiástico; todos ellos, de la mano de esas figuras tan conocidas que hace años se colocaban como decoración en los cuartos de baño, de los monos que no ven, que no oyen, que no hablan: no leer lo que es negativo y atenta la conciencia de cada uno, apagar el televisor cuando no quiere verse lo que no debería ser noticia, no escuchar lo que debería silenciarse y hablar como protesta en positivo para denunciar todo aquello con lo que no se está de acuerdo, pero con argumentos convincentes.

Pero esto exige vencer el conformismo, la mal llamada pereza mental— porque la pereza no sólo es mental—, y proponerse actuaciones puntuales y eficaces que tengan repercusión mediática: es mucho más lo que une a las personas que lo que desune y por ahí es por donde hay que empezar. Una posible alternativa puede consistir en crear redes de apoyo mediático para facilitar a los medios de comunicación todo tipo de informaciones optimistas, testimonios de personas que avalen con su vida lo que defienden o sugerencias puntuales que mejoren la sociedad que tenemos y en la que maduramos. Un ingrediente fundamental de esta receta debe ser el respeto a los demás, a sus creencias, a sus convicciones y a sus opciones fundamentales; el itinerario de la convivencia pacífica —para que sea un arte y no un desastre— discurre por la cortesía, por la buena educación no por la crispación o desprecio que convierte a la persona que lo practica en un maltratador o maltratadora.

Marosa Montañés Duato

lunes, 19 de marzo de 2007

Nota explicativa a propósito de la Notificación sobre las obras del P. Jon Sobrino s.j.

CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE

NOTA EXPLICATIVA A LA NOTIFICACIÓN SOBRE LAS OBRAS DEL P. JON SOBRINO S. J.

1. El interés de la Iglesia por los pobres

Es función propia de la Congregación para la Doctrina de la Fe promover y tutelar la doctrina sobre la fe y las costumbres en todo el orbe católico[1]. En tal modo se quiere servir a la fe del pueblo de Dios y en particular a sus miembros más sencillos y pobres. La preocupación por los más sencillos y pobres es, desde el inicio, uno de los rasgos que caracteriza la misión de la Iglesia. Si es cierto, como también lo ha recordado el Santo Padre, que «la primera pobreza de los pueblos es no conocer a Cristo»[2], entonces todos los hombres tienen derecho a conocer al Señor Jesús, que es «esperanza de las naciones y salvador de los pueblos», y a mayor razón cada cristiano tiene derecho de conocer de modo adecuado, auténtico e integral, la verdad que la Iglesia confiesa y expresa acerca de Cristo. Ese derecho es el fundamento del deber correspondiente del magisterio eclesial de intervenir cada vez que la verdad es puesta en peligro o negada.

Por todo ello, la Congregación se ha visto en el deber de publicar la Notificación adjunta sobre algunas obras del P. Jon Sobrino S.I. en las cuales se han encontrado diversas proposiciones erróneas o peligrosas que pueden causar daño a los fieles. El P. Sobrino, en sus obras, manifiesta preocupación por la situación de los pobres y oprimidos especialmente en América Latina. Esta preocupación es ciertamente la de la Iglesia entera. La misma Congregación para la Doctrina de la Fe, en su Instrucción Libertatis conscientia sobre libertad cristiana y liberación, indicaba que «la miseria humana atrae la compasión de Cristo Salvador que la ha querido cargar sobre sí e identificarse con los “más pequeños de sus hermanos” (cf. Mt 25,40.45)» y que «la opción preferencial por los pobres, lejos de ser un signo de particularismo o de sectarismo, manifiesta la universalidad del ser y de la misión de la Iglesia. Dicha opción no es exclusiva. Ésta es la razón por la que la Iglesia no puede expresarla mediante categorías sociológicas o ideológicas reductivas, que harían de esta preferencia una opción partidista y de naturaleza conflictiva»[3].

Ya previamente la misma Congregación, en la Instrucción Libertatis nuntius sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, había observado que las advertencias sobre esta corriente teológica contenidas en el documento no se podían interpretar como un reproche hacia quienes deseaban ser fieles a la “opción preferencial por los pobres” ni podían en modo alguno servir de excusa a quienes se muestran indiferentes a los gravísimos problemas de la miseria y de la injusticia[4].

Estas afirmaciones muestran con claridad la posición de la Iglesia en este complejo problema: «Las desigualdades inicuas y las opresiones de todo tipo que afectan hoy a millones de hombres y mujeres están en abierta contradicción con el Evangelio de Cristo y no pueden dejar tranquila la conciencia de ningún cristiano. La Iglesia, dócil al Espíritu, avanza con fidelidad por los caminos de la liberación auténtica. Sus miembros son conscientes de sus flaquezas y de sus retrasos en esta búsqueda. Pero una multitud de cristianos, ya desde el tiempo de los Apóstoles, han dedicado sus fuerzas y sus vidas a la liberación de toda forma de opresión y a la promoción de la dignidad humana. La experiencia de los santos y el ejemplo de tantas obras de servicio al prójimo constituyen un estímulo y una luz para las iniciativas liberadoras que se imponen hoy»[5].

2. Procedimiento para el examen de las doctrinas

A la Notificación arriba mencionada se ha llegado tras un atento examen de los escritos del P. Sobrino según el procedimiento establecido para el examen de las doctrinas. El modo de proceder de la Congregación para la Doctrina de la Fe para formarse un juicio sobre escritos que aparecen como problemáticos puede explicarse brevemente. Cuando la Congregación considera que los escritos de un autor determinado presentan dificultades desde el punto de vista doctrinal, de tal manera que de ellos se deriva o puede derivarse un daño grave para los fieles, se inicia un procedimiento regulado por el Reglamento del 29 de junio de 1997, que fue en su día aprobado por el Papa Juan Pablo II[6].

El procedimiento ordinario prevé que se pida la opinión de algunos peritos en la materia tratada. El parecer de los mismos, junto con todas las noticias útiles para el examen del caso, seguidamente se somete a la consideración de la Consulta, o sea, la instancia de la Congregación formada por expertos en las diferentes disciplinas teológicas. Toda la ponencia, incluyendo el verbal de la discusión, la votación general y los votos particulares de los Consultores sobre la eventual existencia en los escritos de errores doctrinales u opiniones peligrosas, es sometida al examen de la Sesión Ordinaria de la Congregación, compuesta por los Cardenales y Obispos miembros del Dicasterio, la cual examina minuciosamente toda la cuestión y decide si se debe proceder o no a una contestación al Autor. La decisión de la Sesión Ordinaria es sometida a la aprobación del Sumo Pontífice. Si se decide proceder a la contestación, la lista de proposiciones erróneas o peligrosas se comunica, a través del Ordinario, al Autor, el cual dispone de tres meses útiles para responder. Si la Sesión Ordinaria considera que la respuesta es suficiente, no se procede ulteriormente. De lo contrario se toman las medidas adecuadas. Una de éstas puede ser la publicación de una Notificación en la que se detallan las proposiciones erróneas o peligrosas encontradas en los escritos del Autor.

Cuando se considera que los escritos son evidentemente erróneos y de su divulgación podría derivar o ya deriva un grave daño a los fieles[7], el procedimiento se abrevia. Se nombra una Comisión de expertos encargada de determinar las proposiciones erróneas y peligrosas. El parecer de dicha Comisión se somete a la Sesión Ordinaria de la Congregación. En el caso de que las proposiciones se juzguen efectivamente erróneas y peligrosas, después de la aprobación del Santo Padre, siempre a través del Ordinario, se trasmiten al Autor, para que éste las corrija en un plazo de dos meses útiles. Su respuesta es examinada por la Sesión Ordinaria, que adopta las medidas oportunas.

3. El caso particular del P. Sobrino

En el presente caso, la misma Notificación indica los pasos que se siguieron según el procedimiento urgente. Se optó por tal procedimiento teniendo en cuenta entre otras razones la gran difusión que, sobre todo en América Latina, han alcanzado las obras del P. Jon Sobrino. En ellas se encontraron graves deficiencias tanto de orden metodológico como de contenido. Sin reproducir aquí cuanto en la Notificación se indica en detalle, se hace notar que entre las deficiencias de orden metodológico se encuentra la afirmación según la cual la Iglesia de los pobres es el lugar eclesial de la cristología y ofrece la dirección fundamental de la misma, olvidando que el único “lugar eclesial” válido en la cristología, como de la teología en general, es la fe apostólica, que la Iglesia transmite a todas las generaciones. El P. Sobrino tiende a disminuir el valor normativo de las afirmaciones del Nuevo Testamento y de los grandes Concilios de la Iglesia antigua. Estos errores de índole metodológica llevan a conclusiones no conformes con la fe de la Iglesia acerca de puntos centrales de la misma: la divinidad de Jesucristo, la encarnación del Hijo de Dios, la relación de Jesús con el Reino de Dios, su autoconciencia, el valor salvífico de su muerte.

Al respecto, la Congregación para la Doctrina de la Fe escribía: «una reflexión teológica desarrollada a partir de una experiencia particular puede constituir un aporte muy positivo, ya que permite poner en evidencia algunos aspectos de la Palabra de Dios, cuya riqueza total no ha sido aún plenamente percibida. Pero para que esta reflexión sea verdaderamente una lectura de la Escritura, y no una proyección sobre la Palabra de Dios de un significado que no está contenido en ella, el teólogo ha de estar atento a interpretar la experiencia de la que él parte a la luz de la experiencia de la Iglesia misma. Esta experiencia de la Iglesia brilla con singular resplandor y con toda su pureza en la vida de los santos. Compete a los Pastores de la Iglesia, en comunión con el Sucesor de Pedro, discernir su autenticidad»[8].

Por lo tanto, con esta Notificación, se espera ofrecer a los pastores y a los fieles un criterio seguro, fundado en la doctrina de la Iglesia para un juicio recto acerca de estas cuestiones, muy relevantes tanto desde el punto de vista teológico como pastoral.

[1] Cf. Juan Pablo II, Const. Apost. Pastor bonus, 48: AAS 80 (1988), 841-934)
[2] Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2006.
[3] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 68: AAS 79 (1987), 554-599.
[4] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis nuntius, Proemio: AAS 76 (1984) 876-909.
[5] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis nuntius, 57.
[6] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Agendi Ratio in Doctrinarum Examine: AAS 89 (1997) 830-835.
[7] Cf. ibidem, 23
[8] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 70.

sábado, 17 de marzo de 2007

Casualidades




Si no esperas lo inesperadono lo reconocerás cuando llegue.

Heráclito

"Durante cinco años –cuenta el filósofo francés Jean Guitton– fui prisionero de guerra en un campo de concentración destinado a oficiales, cuyo número ascendía a cinco o seis mil hombres.

"Aquellos hombres, obligados a la reclusión, privados de la familia que habían formado o esperaban formar, no podían evitar las reflexiones sobre la condición humana. Recuerdo que, durante un triste atardecer, no sabíamos qué hacer, y uno de nosotros imaginó un extraño juego: cada uno debía contar de qué modo su padre había conocido a su madre.

"Como fácilmente se adivinará, todas las historias, pese a ser muy distintas, se parecían. Lo que había provocado el amor del hombre por la mujer o de la mujer por el hombre era, a menudo, un pequeño detalle: el hecho de perder un tren, una mirada, una simple palabra, un silencio más prolongado...

"Tras estas confidencias, en el barracón de los prisioneros se produjo un silencio metafísico. Cada uno de nosotros comprendía que aquello en virtud de lo cual uno mismo existía, había sido originado por algo insignificante, por un encuentro, por un rasgo en un rostro, por el color de unas pupilas. Cada uno de nosotros comparaba la desproporción entre el origen de su ser –una casualidad, un movimiento emotivo–, y su propio ser, y comprendía que estaba ante un misterio, ante la desproporción entre algo fugaz y aleatorio, por una parte, y el universo espiritual, surgido de este hecho accidental, por otra".

El desarrollo de un amor, o de la lealtad a una decisión, suele comenzar de modo tan modesto y casual como el recogido por Guitton en este recuerdo autobiográfico. Hay frecuentemente una notable desproporción entre los inicios sencillos, y en apariencia quizá intrascendentes, de un afecto, y el amor ardiente e incondicionado que ese afecto está llamado a ser. El amor humano, como el sobrenatural, ha de atravesar necesariamente un conjunto de etapas, fases e incidencias, que son parte esencial de la biografía de la persona, y forman la historia de la fidelidad a lo que Dios le pide. Sucede con el amor, y sucede también, por ejemplo, con el proceso de muchas conversiones. Se podrían contar miles de casos.

"Me llegó una carta –contaba la Madre Teresa de Calcuta– de un brasileño muy rico. Me decía que había perdido la fe; pero no solo la fe en Dios sino también la fe en los hombres. Estaba harto de su situación y, de todo lo que lo rodeaba, y había adoptado una decisión radical: suicidarse. Un día, en que aquel hombre iba de paso por una abarrotada calle del centro, vio un televisor en el escaparate de una tienda. El programa que estaba transmitiendo en aquel momento había sido rodado en nuestro Hogar del Moribundo Abandonado de Calcuta. Se veía a nuestras Hermanas cuidando a los enfermos y moribundos. El remitente me aseguraba que, al ver aquello, se sintió empujado a caer de rodillas y rezar, tras muchos años en que no había hecho ninguna de ambas cosas: orar arrodillado. A partir de aquel día recobró su fe en Dios y en la humanidad, y se convenció de que Dios lo seguía amando."

Las llamadas de Dios son distintas para cada uno. Y no faltan las veces en las que la llamada se presenta bajo la apariencia de un error. Un día del año 1588, un joven napolitano llamado Ascanio Caracciolo recibe por error una carta de Agostino Adorno, pidiéndole consejo acerca de la idea de fundar una nueva comunidad religiosa y proponiendo su colaboración. En realidad, la carta estaba dirigida a otra persona, que tenía idéntico nombre y apellido, pero él, al leerla, encontró que eso era precisamente lo que había deseado por muchos años. Fue a entregarla a su destinatario, estuvo charlando con él, y decidió formar parte de esa nueva institución, los Clérigos Regulares Menores, de la que fue prácticamente su cofundador. Dios se sirvió de aquel error humano para dar a conocer su vocación a aquel joven, que acabaría siendo San Francesco Caracciolo.

Dios habla a cada alma con un lenguaje distinto, personal. Tiene una llave distinta, un "password" personal para el alma de cada uno. Y evoca recuerdos y situaciones que solo cobran sentido para cada uno. A Natanael le dice: "Antes que Felipe te llamase, te vi yo, cuando estabas debajo de la higuera". Nunca sabremos qué sucedió exactamente en su interior, pero aquello fue lo que le movió a seguir al Señor. Por eso, no debemos menospreciar las pequeñas insinuaciones de Dios que provienen de cosas que leemos, o que se nos ocurren, o que nos acordamos, o que nos dicen. Pueden ser pequeños oleajes interiores en la superficie aparentemente calmada de nuestra vida, o una mar de fondo con la que quizá Dios nos esté queriendo decir algo.

—Parece entonces que la vocación esta llena de casualidades…

No se trata de fundamentarse en las casualidades, sino de buscar los designios de Dios a través de las cosas ordinarias que la Providencia pone en nuestro camino. Y eso no es tanto "casualidad" como "causalidad".

No es propiamente casualidad, por ejemplo, que San Maximiliano Kolbe escuchara en una homilía de domingo de 1906 la noticia de que se abría un nuevo seminario franciscano en Lvov, y que aquello removiera sus inquietudes vocacionales y se decidiera a ingresar allí a los pocos meses. No es casualidad que San Juan de Dios escuchara en Granada en 1539 la predicación de San Juan de Ávila y que aquello le hiciera cambiar de vida por completo. No fue casualidad tampoco que San Camilo de Lelis tuviera que acudir al Hospital de Santiago, en Roma, para curar una herida, y que allí descubriera su llamada a fundar una Orden Hospitalaria, en 1582. Podrían citarse millones de aparentes casualidades que Dios tenía previstas para hacernos ver sus designios para nuestra vida.

-De acuerdo, pero no todas las casualidades que nos acontecen en la vida son un designio de Dios, porque entonces podríamos volvernos locos viendo signos por todas partes.

No se trata de interpretar cada pequeña cosa como un mensaje de Dios, o como un presagio o una señal divina que nos indica qué debemos hacer. Pero también es cierto que nada de lo que nos sucede es simple casualidad. Tejemos nuestra vida, día a día, con gracia y libertad, bajo la mirada de Dios, que se propone en todo una finalidad. Todo sucede por algo y para algo. Dios no dispone las cosas, la vida de una persona, para que esté ahí, sin más, sin sentido: nacer, vivir, morir, sin un porqué ni un para qué.

Dios acompaña cada uno de nuestros pasos, tantas veces vacilantes. Nos descubre lo necesario para que a su vez nosotros descubramos el sentido de nuestra vida. Suele hacerlo poco a poco, sin avasallar, buscando en nosotros una respuesta paulatina, un diálogo de generosidad entre sus llamadas y nuestras respuestas. Quizá ha esperado durante mucho tiempo y ahora empieza a descubrirte su querer, o quizá lo intenta desde hace tiempo y ahora empiezas a verlo.

—Pero esas casualidades pueden ser simplemente medios de los que se sirve Dios para hacernos ver cuestiones en las que mejorar.

Sí, y si respondemos con generosidad, seremos cada vez mejores, y quizá Dios nos irá haciendo nuevas llamadas hasta desvelar cada vez más su designio para con nosotros.

—¿Y a Dios no le basta con que seamos "buenas personas", nada más?

Toda persona con un mínimo de formación tiene sus proyectos de futuro, su ilusión profesional, sus deseos de hacer algo por luchar contra la pobreza, contra la ignorancia, contra la injusticia, en definitiva, tiene sus horizontes en la vida. Cuando alguien dice que se conforma con ser buena persona, sin más, da la impresión de que con eso pone unos límites bastante cortos a esos horizontes. Que alberga buenos deseos, pero no está dispuesto a perder comodidades. Eso sería vivir una existencia sin relieve, en la que a veces surge una cierta inquietud, un "quizá debiera…", pero que enseguida queda acallado con un "mañana, mañana... ", como sucedía a San Agustín.

Toda vocación es una llamada a desprenderse del pequeño horizonte de la vida ordinaria, para comprometerse en una obra más grande. Es cierto que la concreción de esos grandes ideales, la plasmación concreta del querer de Dios, se presenta a veces como algo incómodo, lleno de responsabilidades y exigencias, como si fuera la página siguiente de un libro cuya lectura no deseas proseguir, porque prefieres seguir embotado de presente, acomodado a la pequeña felicidad del conformismo. Todo eso puede suceder, pero quizá un día, de repente, casi sin darte cuenta, en el momento y lugar más insospechados, te encuentras delante de un Dios que quiere decirte algo, no sabes bien qué.

Algo así le ocurría a Santa Teresa de Ávila. En su caso, Dios actuó de una forma extraordinaria, distinta de lo que será habitual para nosotros. Ella quería ser buena persona y, al tiempo, huir de la oración, por miedo a conocer con más detalle las llamadas que Dios le hacía.

Quiso convencerse también de que no había nada de malo en continuar con tratos y conversaciones que le estaban conduciendo a la frivolidad y enfriaban su alma. "Y fue muchos años los que tomaba esta recreación pestilencial; que no me parecía a mí –como estaba en ello– tan malo como era, aunque a veces claro veía no era bueno; mas ninguna no me hizo el distraimiento que ésta que digo, porque la tuve mucha afición. Y estando otra vez con la misma persona, vimos venir hacia nosotros -y otras personas que estaban allí también lo vieron- una cosa a manera de sapo grande, con mucha más ligereza que ellos suelen andar. De la parte que él vino no puedo yo entender pudiese haber semejante sabandija en mitad del día ni nunca la habido, y la operación que hizo en mí me parece no era sin misterio. Y tampoco esto se me olvidó jamás. ¡Oh grandeza de Dios, y con cuánto cuidado y piedad me estabais avisando de todas maneras, y qué poco me aprovechó a mí!".

Los síntomas de la vocación


Poca observación y muchas teorías llevan al error. Mucha observación y pocas teorías llevan a la verdad.

Alexis Carrel




—¿Y cuáles son los síntomas de la vocación?

La vocación suele presentarse al principio como una serie de pequeñas inquietudes, de conmociones interiores. Quieres hacer algo grande en tu vida. Sientes que Dios espera algo más de ti. Te preocupa el dolor de los hombres. Te gusta la vida que ahora llevas, pero sientes que falta algo. Son signos que se parecen al oleaje de un mar interior, que anuncia una profunda y decisiva sacudida espiritual. Como susurros lejanos de una llamada definitiva, que llegará a su hora.

—¿A qué hora?

A la mejor hora, a la hora que Dios haya pensado. Son barruntos de amor que preparan el alma hacia la generosidad de la entrega. Esas inquietudes quizá son síntomas de la vocación, señales que sirven para alertar el corazón y urgirle a luchar, a rezar, a esperar con el oído atento a lo que Dios quiera decirnos. Cada uno debe asegurarse de que actúa con diligencia, que no se duerme mientras Dios habla, que no hace oídos sordos a sus llamadas.

—¿Y puede que esos indicios sean un poco cambiantes, que "vayan y vengan"?

Cuenta Santa Teresa cómo en su alma adolescente iban y venían "estos buenos pensamientos de ser monja", pero "luego se quitaban, y no podía persuadirme a serlo". Es un fenómeno totalmente natural. Quizá hemos oído hablar ya muchas veces sobre la vocación, pero nunca hemos visto claro que sea nuestro camino, pero tampoco lo hemos descartado. Se trata de algo habitual en la mayoría de las decisiones de cierta relevancia en cualquier persona: ¿debo orientar en este sentido mi vida profesional? ¿será ésta la persona con quien debo casarme? ¿no debería cortar con esta mala costumbre que se ha introducido en mi vida?

Unos borrosos comienzos

Es frecuente que la voz de Dios tarde en esclarecerse, que no se escuche al principio con nitidez, quizá porque precisamos de una mejora en nuestra sensibilidad interior, y eso a veces lleva su tiempo. Debemos hablarlo con Dios en la oración, y mejorar nuestras condiciones personales para que esa semilla pueda germinar. Y quizá pedir consejo a quien realmente nos ayude a exigirnos y nos oriente para descubrir la voluntad de Dios, en vez de a quien siempre nos dice que no nos compliquemos la vida.
Los consejos

—Pero hay que escuchar el consejo de unos y de otros, no solo el de los que nos animan en un sentido.

Es bueno escuchar a todos, y debemos tener la madurez necesaria para escuchar opiniones a favor o en contra sin dar bandazos. Pero el acierto en una decisión no proviene de la media aritmética de las opiniones de los que están a favor o en contra. Hay que estar en guardia, por eso, tanto contra el entusiasmo precipitado y el optimismo ingenuo, como contra el sutil engaño de ampararnos en las opiniones que justifican las decisiones cómodas y egoístas.

—Quizá es mejor entonces no consultar con nadie y decidir por uno mismo.

Es una opción respetable. Pero toda persona con cierto nivel de responsabilidad en la vida profesional, o social, o política, busca el consejo de personas experimentadas. Para llegar a buen puerto es buena cosa contar con un buen guía, tanto si es puerto de montaña, o de mar, o de la vida espiritual.

Lo digo porque, a veces, ante la perplejidad de la duda, nos refugiamos en el aturdimiento de la frivolidad, de los días vacíos o del vértigo del atolondramiento. Y quizá entonces, aunque sea casi inconscientemente, eludimos las conversaciones o lecturas que nos hacen afrontar esas inquietudes.

No es un fenómeno nuevo ni extraño. Así ha sucedido a los santos. San Juan Bosco quería ser franciscano, pero en el fondo lo que le movía a pensarlo era el temor a no perseverar en otro lugar. Y escuchó, durante uno de sus sueños: "Otra mies te prepara Dios". Se lo contó a su confesor, que le dijo que en esos temas él no entraba. Bosco quedó sumido en la perplejidad.

Pero Dios no abandona nunca a los que le buscan con sincero corazón, y un herrero amigo suyo le sugirió consultarlo con Don Cafasso, un sacerdote conocido por su sensatez y por su sentido sobrenatural. Don Cafasso le dio un consejo decisivo para su vida, pues le animó a seguir con sus estudios y a esperar una luz del cielo que no le había de faltar, como no le faltó. Y fue un gran santo, y fundador de una de las órdenes religiosas que mayores servicios ha prestado a la Iglesia.

—Pero creo que es importante asegurar que el consejo que pedimos sobre la vocación no resulte luego ser un consejo interesado.

La prudencia

Por supuesto. Es muy grande la responsabilidad de los que aconsejan a las personas que se plantean la posibilidad de entregarse a Dios. Son asuntos muy serios, y por eso quienes aconsejan sobre estos temas deben cuidar mucho su rectitud, para no confundir sus propios deseos con los del Espíritu Santo.

—¿Y crees entonces que una persona puede aconsejar con rectitud sobre la vocación a su propia institución?

Pienso que sí. Si esa persona es sensata, en absoluto querrá encaminar hacia su camino a alguien sin vocación para ese camino, porque en ese caso hará daño al interesado, a sí mismo y a la institución a la que teóricamente favorece. Porque la gente sin vocación no persevera.

Los fundadores han solido aconsejar mucha prudencia a la hora de aconsejar sobre la vocación. Por ejemplo, San José de Calasanz decía: "No temáis abrir cien puertas en lugar de una para que salgan todos y cerrar noventa y nueve y media para permitir la entrada a los que se presenten". Y el propio San Pablo, en su primera carta a Timoteo, recalca la importancia del discernimiento: "No te precipites en imponer a nadie las manos, no te hagas partícipe de los pecados ajenos" (I Tim. 5, 22).

Me parece que no hace falta poseer mucha perspicacia para advertir si una persona nos aconseja con rectitud o no. Pero, desde luego, haber seguido un camino no invalida para aconsejar sobre él, sino que quizá es al revés, como lo demuestra el hecho de que la mayoría de las vocaciones fieles y felices han nacido del consejo de alguien que ha servido de referencia para seguir ese mismo camino. Igual sucede, por ejemplo, con la vocación profesional, donde es muy normal que el testimonio de la vida de una persona sirva para despertar ese deseo latente, para hacerlo germinar y crecer, y para ayudar a discernir si se trata o no de su camino. No puede olvidarse que Dios, para dar a conocer su voluntad, se sirve ordinariamente de las personas que tenemos a nuestro alrededor.

Lo único importante

Como es lógico, lo que nadie puede atribuirse es ningún tipo de exclusiva o de infalibilidad en el discernimiento, ni de iluminaciones especiales sobre el discernimiento de la vocación de los demás. Como decía Benedicto XVI en un encuentro con sacerdotes: "No pretendo ser aquí ahora como un "oráculo" que responda de modo satisfactorio a todas las cuestiones. San Gregorio Magno dice que cada uno debe conocer "infirmitatem suam", sus limitaciones, y esas palabras valen también para el Papa. O sea, que también el Papa, día tras día, debe conocer y reconocer "infirmitatem suam", sus límites. Debe reconocer que solo colaborando todos, en el diálogo, en la cooperación común, en la fe, como cooperadores de la Verdad, de la Verdad que es Jesucristo, podemos cumplir juntos nuestro servicio, cada uno en la parte que le corresponde. En este sentido, mis respuestas no serán exhaustivas, sino fragmentarias."

Cuando alguien aconseja sobre la vocación de otro, no debe seguir sus propias opiniones, ni sus propios deseos, sino que por encima de todo debe ayudar a averiguar el deseo de Dios. Así lo explicaba Benedicto XVI en la homilía de inicio de su pontificado, aludiendo a que no tenía programa propio de gobierno y a que su papel no era imponer sus ideas: "Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él".

Nadie puede asegurar o negar con rotundidad al hablar del discernimiento de la vocación de otra persona. Pero una persona sí puede ayudar en ese discernimiento a otra. Puede realizar una labor de acompañamiento espiritual que arroje luz en esa tarea personal de encontrar el camino que marca Dios. Porque Dios tiene pensado algo para cada uno, y tiene pensado también un modo de hacérnoslo saber –lo contrario no tendría sentido–, y da igual el modo por el que Dios siembre en nuestra alma esa inquietud. Lo importante, y lo que con frecuencia más falta, es la respuesta, cara a Dios.


Alfonso Aguiló
Interrogantes.net

jueves, 15 de marzo de 2007

La «Sacramentum Caritatis» impulsará el ecumenismo

Entrevista con el cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 15 marzo 2007 (ZENIT.org).- La exhortación apostólica postsinodal «Sacramentum Caritatis» permitirá a muchos católicos se enamoren de la Eucaristía, constata el cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia.

Zenit ha entrevistado al purpurado italiano que fue el relator general del Sínodo de la Eucaristía. En la exhortación apostólica, publicada el 13 de marzo, Benedicto XVI recoge las conclusiones de aquella asamblea que se celebró en octubre de 2005 en el Vaticano.

--¿No cree que hay un ligero desequilibrio en la exhortación postsinodal entre el impulso a una mayor profundización de la acción litúrgica encaminada a una más activa y fructífera participación de los fieles, y el recurso, por otro lado, al uso del latín en las celebraciones internacionales o a una adecuada valorización del canto gregoriano, poniendo casi en la sombra expresiones más cercanas al sentir religioso de la gente (pienso por ejemplo en las danzas y los cantos africanos en las celebraciones eucarísticas)?

--Cardenal Scola: Hay que entender la lógica que está implícita en toda la exhortación. El Santo Padre pretende que se den todos los elementos concretos para que la Eucaristía sea la única Eucaristía-acción de Dios en Jesucristo que implica a todos los fieles, ya se celebre en Sydney, en Milán, en Buenos Aires o en Kampala. Pero luego da las indicaciones para que quien está en el lugar proceda a la encarnación de este único rito.

Ahora, el hecho de que haya un párrafo muy importante sobre la inculturación y se diga que las conferencias episcopales junto a los dicasterios encargados sigan en esta obra, responde exactamente a su exigencia.

Está claro que la tarea de una exhortación postsinodal es la de centrarse en todo lo que une, porque sería una presunción que el Papa dijera cómo debe ser la inculturación en África o en la India. El Santo Padre recomienda que los obispos que están allí, en relación con los dicasterios de la Curia Romana, hagan esto. En mi opinión, no se da el desequilibrio al que usted alude.

--Respecto al tema de la libertad de culto, la impresión que se tiene es que no se proporcionan indicaciones concretas sobre cómo favorecer las celebraciones eucarísticas dentro de estas comunidades cristianas que «viven en condiciones de minoría o incluso de privación de la libertad religiosa» (n. 87). ¿Usted qué piensa?

--Cardenal Scola: También en esto hay que distinguir lo que puede decir la exhortación postsinodal, o un documento que va a todas las Iglesias del mundo, pues sólo puede exigir el cumplimiento de principios y dar sugerencias. En efecto, no por nada la Iglesia vive siempre de las dos dimensiones, universal y particular.

Por tanto corresponde a quien está en el lugar, acogiendo este principio que ha sido subrayado con mucha fuerza de la libertad de culto como expresión de la libertad de religión, encontrar los caminos más adecuados.

Y sobre esto no hay que olvidar que está la acción normal del Santo Padre y de la Santa Sede que coadyuvan a estas realidades. Porque, si no, el documento debería meterse a describir situaciones con tanto detalle que haría falta un volumen de dos mil páginas.

--Por último, ¿cómo puede impulsar la «Sacramentum Caritatis» la unidad plena y visible unidad de todos los cristianos?

--Cardenal Scola: Pienso que desde este punto de vista, la exhortación tiene un fortísimo valor ecuménico, porque acoge este nexo intrínseco entre el Misterio eucarístico, la acción litúrgica y el nuevo culto espiritual (Cf. n. 5). Por tanto, en este punto coincide muchísimo con la sensibilidad ortodoxa, pero va también con nuestros hermanos protestantes.

domingo, 11 de marzo de 2007

IU y los "privilegios" de la Iglesia

A mediados del pasado mes de febrero, IU y ERC, socios del Gobierno, presentaron y votaron a favor de una proposición no de ley para suprimir los "privilegios" de la Iglesia Católica y reformar los acuerdos con la Santa Sede. Fue un nuevo ataque del laicismo excluyente y del fundamentalismo anticlerical.


La propia exposición de motivos de esta proposición no de Ley ponía de relieve que esta iniciativa no se planteó desde la moderación y la sensatez que requieren estas cuestiones, sino desde una posición apriorística o dogmática que busca discriminar injustificadamente a la confesión religiosa mayoritaria en España con relación a otras confesiones o asociaciones. Pretenden así negar a la jerarquía eclesiástica católica su derecho a la libertad de expresión, como si no fueran ciudadanos españoles a quienes ampara la Constitución. El portavoz del Grupo Socialista durante el debate de dicha proposición, Ramón Jáuregui, llegó a hablar de "combate brutal desde la jerarquía eclesiástica hacia el Gobierno", un exceso extraordinario e incompatible con moderación ninguna.

En el primer párrafo de la proposición se hablaba de una supuesta "actitud recalcitrante" de la jerarquía católica contra los avances sociales a favor de la igualdad. No cabe mayor despropósito. El cristianismo revolucionó el mundo al proclamar la igualdad de todos los seres humanos y su dignidad radical. Puede que los cristianos no hayan sido en todas las épocas consecuentes con las enseñanzas evangélicas. Pero no cabe duda de que quienes predican el amor al prójimo y dan testimonio con obras y no sólo con palabras de su compromiso con la justicia y la lucha contra la pobreza, la exclusión social y la discriminación en el mundo entero no merecen ser tildados de mantener una actitud recalcitrante contra los avances sociales a favor de la igualdad ni de ser enemigos de la libertad. Por otra parte, los principales responsables de la construcción de Europa compartieron los valores del humanismo cristiano.

Hay que poner de relieve la sinrazón de una proposición que tan sólo pretendía amordazar a una confesión como la católica mayoritaria en España, porque no les gusta el uso que hace de su libertad de expresión. Izquierda Unida, el partido que la presentó, demostraba así la fidelidad a su tradicional dogmatismo ideológico al sostener en el texto que las opiniones de la jerarquía católica son "anticonstitucionales". Conociéndolos, podrían estar acusando a la Iglesia Católica de deslealtad con la Constitución para expulsarla del sistema democrático, resucitando la cuestión religiosa que tanto daño hizo a la convivencia en España.

En su proposición denunciaban que la Iglesia Católica se financiara con cargo a los presupuestos del Estado. Es evidente que, aunque en el momento de presentarla eso era así, ni ahora ni cuando se votó tenía sentido dicha afirmación, después del reciente acuerdo del Estado con la Iglesia Católica sobre la financiación.

El hecho de que España sea un Estado no confesional no significa que deba vivir a espaldas de la realidad sociológica del país. Y, como es lógico, el Gobierno debe velar también por el respeto de la libertad religiosa y de culto, como el artículo 16 de la Constitución prevé. En este sentido, no hacemos nada diferente a lo que ocurre en los países de nuestro entorno. Quienes intentan envolverse en el manto constitucional para atacar a la Iglesia Católica, deberían tener en cuenta que nuestra Constitución obliga al Estado a colaborar con ella y las demás confesiones, lo que exige que los poderes públicos promuevan las condiciones para que la libertad religiosa se pueda ejercer de modo real y efectivo.

Está claro que Izquierda Unida no ha leído la Constitución y, en concreto, su artículo 16,3, inciso segundo: "Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". Este precepto demuestra sin lugar a dudas que la Constitución ha querido reconocer la importancia social de la Iglesia Católica, y de ahí que el Estado deba prestar una especial relación a las relaciones con esta confesión religiosa.

Pues bien, ¿quiénes fueron favorables a la mención explícita de la Iglesia Católica? Unión de Centro Democrático –partido al que yo pertenecía entonces–, Alianza Popular y, miren por donde, el Partido Comunista, es decir, el partido que, según tengo entendido, es mayoritario en Izquierda Unida.Votó en contra el Partido Socialista Obrero Español. No sólo eso: en la explicación de voto el señor Solé Tura, perteneciente por aquel entonces al grupo comunista, manifestó que este artículo –el 16– "constituye un enorme progreso, puesto que constitucionaliza la libertad religiosa y de cultos, la libertad ideológica tanto en el plano personal como en el colectivo, establece con claridad la separación entre la esfera religiosa y la esfera estatal y, en definitiva, permite abordar con serenidad la superación de la vieja y nociva contraposición entre clericalismo y anticlericalismo". ¿Por qué quiere ahora IU romper aquel consenso constitucional? ¿Por qué ese empeño en destrozar la concordia nacional?
Podría irse todavía más allá, y afirmar que la libertad religiosa no es sólo un derecho fundamental, sino que debe ser entendida como uno de los principios constitucionales. En el ordenamiento constitucional español no confesional no sólo se admite la cooperación del Estado con la Iglesia Católica y las demás confesiones religiosas, sino que se trata de un deber, porque el Estado se configura en una sociedad donde el hecho religioso es un componente básico.

Los poderes públicos, en suma, deben tener en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española. Son palabras literales de la propia Constitución. Y con esta actitud de reconocimiento y atención al hecho religioso, una de las primeras leyes orgánicas postconstitucionales fue la relativa a la libertad religiosa cuya promulgación tuvo lugar el 5 de julio de 1980. Por cierto, en el marco de esta estrategia de confrontación sistemática que preside las actuaciones de Izquierda Unida, también pretenden la derogación de la vigente Ley Orgánica con la única finalidad de coartar la libertad religiosa.

Pues bien, en el bloque de constitucionalidad integrado por el art. 16 de la Constitución Española y la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, se establecen tres niveles de protección estatal de las Iglesias, confesiones y comunidades religiosas. El más alto nivel es el otorgado a la Iglesia Católica (única mencionada expresamente en el texto constitucional) y a las confesiones que firmen acuerdos de cooperación con el Estado (hasta ahora, la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, la Federación de Comunidades Israelitas y la Comisión Islámica de España). Un segundo nivel de protección estatal lo obtienen las entidades religiosas inscritas en el correspondiente registro público del Ministerio de Justicia. Por último, se reconoce y tutela por los poderes públicos la libertad religiosa de los individuos y las comunidades que existan en España sin estar inscritas en el registro del Ministerio de Justicia.

Esta es la realidad. No se trata de privilegiar a nadie, ni de favorecer a la jerarquía católica ofreciéndole un trato diferencial, como se decía en el punto segundo de la proposición de Izquierda Unida. Se trata de cumplir un mandato constitucional y de abordar las relaciones con cada una de las confesiones religiosas en función de su implantación en nuestra sociedad. Y si la realidad es que la Iglesia Católica es ampliamente mayoritaria, cualquier Gobierno debe tener esto en cuenta. Pretender tratar a todos por igual sería discriminatorio, pues ha de tenerse en cuenta que se trata de situaciones desiguales. Por otra parte, es de justicia que los poderes públicos reconozcan la contribución de la Iglesia Católica a la conservación de nuestro patrimonio histórico-artístico, a la difusión de los valores constitucionales a través de la enseñanza y a la lucha contra la pobreza y la marginación a través de las grandes obras sociales promovidas por la Iglesia y los católicos.

No se debe discriminar desde los poderes públicos de manera tan injusta a una confesión religiosa por el hecho de que no guste su doctrina y la forma en que se expresa en público. Mal que les pese estamos en una democracia, en un Estado donde los derechos y libertades fundamentales son protegidos por el ordenamiento jurídico y por los poderes públicos al amparo de la Constitución. En el marco de la misma se firmaron los Acuerdos con la Santa Sede que tanto disgustan ahora a IU y que no necesitan de ninguna revisión que sería fruto de actitudes anticlericales contrarias al contenido esencial del derecho a la libertad religiosa.

Los mozos del encierro de Pamplona a las ocho de la mañana se congregan ante del cohete y gritan: "San Fermín, San Fermín". No tengo muy claro qué van a tener que gritar a partir de ahora para defender lo que Joan Tardá denomina la aconfesionalidad, la laicidad de nuestro Estado.

Jaime Ignacio del Burgo

jueves, 1 de marzo de 2007

Un obispo amenazado de muerte en Pakistán

ROMA, miércoles, 28 febrero 2007 (ZENIT.org).-El obispo de Faisalabad, Joseph Coutts, está en el objetivo de los extremistas musulmanes debido a sus esfuerzos por entablar un diálogo interreligioso, y viene recibiendo amenazas de muerte desde diciembre.

El prelado, junto a dos musulmanes, un periodista y un intelectual, ha recibido amenazas por haber participado en un encuentro interreligioso en una madrasa (escuela coránica). Las amenazas por teléfono y carta han sido reivindicadas por un grupo extremista que se autodefine «Frente de los soldados islámicos».

El obispo Coutts asegura que no se arredrará y que seguirá promoviendo las actividades interreligiosas, «en aras de la armonía social y la paz religiosa en el país». En una entrevista con Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), el obispo dijo: «Hemos experimentado la violencia de ciertos grupos musulmanes extremistas, una violencia que antes no existía. Se trata de un fenómeno nuevo que no proviene de la población en general, sino de la promoción de esta forma de pensar dentro de grupos extremistas».

En Pakistán, país de 150 millones de habitantes, los católicos representan a una pequeña minoría de 1,5 millones de creyentes. ZS07022808