Reflexión ecuménica
Viernes, 23 de enero.- « ¿Qué quieres que haga por ti?» (Mc 10, 51). La pregunta de Jesús al ciego de Jericó viene hoy a ilustrar maravillosamente la situación no sólo de quienes sufren y de los que les asisten, sino de la causa ecuménica en sí. Los salmos nos ayudan a comprender que los gritos que a Dios elevamos pueden ser la expresión de un profundo lazo con él. La compasión cristiana frente a la desesperación de los que sufren es un signo del Reino. Unidas, las Iglesias cristianas pueden hacer cambiar las cosas tratando de obtener para los enfermos la ayuda material y espiritual que necesitan. Todo ello es verdad, por supuesto, pero también lo es, yendo a lo propiamente espiritual del asunto, que las Iglesias divididas pueden ser viva imagen del ciego a quien Jesús ofrece curación: que la ceguera de las divisiones, de los odios, de las rivalidades, del distanciamiento intereclesial fue siempre la peor.
Aunque todavía separadas, nuestras Iglesias son conscientes de la compasión del Señor hacia los que sufren, mayormente los invidentes de la Verdad. Los cristianos siguieron siempre su ejemplo cuidando enfermos, construyendo hospitales, abriendo leproserías y preocupándose no sólo del alma sino también del cuerpo de los hijos de Dios. Sin embargo, esto no es tan evidente. Las personas con buena salud tienden a considerar que la salud es suya y a olvidar a los que no pueden participar plenamente en la vida de la comunidad debido a sus dolencias. En cuanto a los enfermos, se sienten a menudo apoyados por Dios, por su presencia, por su gracia y por su fuerza salvadora. Los que sufren repiten a veces la súplica del ciego: « ¡Que vea!» (Mc 10, 51). En el ecumenismo abundan los ciegos del alma, los sordos del corazón, los aquejados de minusvalías interiores. Y lo peor no es eso. Lo peor viene cuando los tales ignoran que también Jesús, que suplicó al Padre la unidad de su Iglesia, se dirige a ellos con la pregunta del Evangelio de Marcos; « ¿Qué quieres que haga por ti?» (Mc 10, 51).
También ahora, como entonces, hay quienes se afanan por caminar con Jesús pero desentendidos por completo de la falta de unidad, ignorando al pobre ciego sentado al borde del camino, es decir, el sangrante mal de las divisiones intereclesiales. Es más, hoy son a menudo los enfermos de los países pobres pidiendo a gritos medicinas, lo que nos hacen reflexionar sobre los desafíos que más nos interpelan.
Los enfermos de la división intereclesial, que son los más, ni se preocupan acaso ni nos preocupan. Y es que se sigue creyendo, desdichadamente, que el ecumenismo es cosa de minorías, entretenimiento de unos pocos, que lo viven como un hobby. La enfermedad y el sufrimiento se han revelado a menudo factores más determinantes para el ecumenismo que el propio diálogo. El dolor curte, se dice a menudo. Y une, podríamos añadir, con su enorme potencia curativa y reconciliadora. Las Iglesias, por eso, haciendo suya la súplica del ciego, podrían rogar a Jesús: ¡Señor, haznos tu Iglesia!
PROF. DR. D. PEDRO LANGA AGUILAR, OSA
Reflexiones para la Semana de Oración por la Unidad 2009
Celebración de la Semana de la Unidad: documentos.
De: INFOEKUMENE
jueves, 22 de enero de 2009
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