lunes, 25 de febrero de 2008

El penoso camino del catolicismo en China


John L. Allen, Jr.

Si nos planteáramos alguna pregunta constante sobre si hay en China un boom espiritual hoy, tendríamos ahora una respuesta en dos palabras: Yu Dan.

Mujer de 42 años, presentadora de un programa de entrevistas, e icono de la cultura pop, Yu Dan, es la autora de “Notas para Leer los Analectos” – una especie de “Consomé para el alma” – que ha vendido entre tres y cuatro millones de copias, y que ha llegado a ser una de las mayores superventas en China desde el “Librito Rojo” de Mao. El éxito de Dan ilustra cómo China ha venido a ser, según el escritor Zha Jianying, el “mayor mercado del alma” en el mundo. Con una población de mil trescientos millones de habitantes, China está intentando llenar un vacío ideológico provocado, por una parte, por el colapso del comunismo entendido como nada más que un sistema de control político, y, por otra, por los trastornos de sorprendentes pero desiguales niveles de crecimiento económico.

“¡Hay tantas almas heridas, desamparadas, que están desesperadas por encontrar algo en que creer y a lo que agarrarse después de estos drásticos cambios”, dijo Jianying a la agencia Reuters en Mayo.

El Confucionismo posmoderno de Dan no es la única opción espiritual que se monta sobre esta ola. En el noroeste de China se estima que el movimiento de renovación está afectando también profundamente a unos 20 a 30 millones de musulmanes. Según un reportaje del 2006 en la revista “Asia Times”, se están abriendo nuevas escuelas musulmanas que acentúan fuertemente la ortodoxia islámica; jóvenes chinos musulmanes están estudiando a lo largo y ancho del Medio-Oriente, y llevando, de vuelta a casa, nuevas energías misioneras; y un número creciente de musulmanes chinos están observando la peregrinación (hajj) anual a la Meca. La apertura económica de la China posterior al líder Deng Xiaoping ha expandido oportunidades para las naciones musulmanas, especialmente Arabia Saudita, para patrocinar y financiar empresas islámicas en China.

Quizás la explosión más sorprendente de energía religiosa se centra en la población cristiana pentecostal en China. En el momento de la toma del poder comunista en 1949, había en China aproximadamente 900,000 protestantes. Hoy, el “Centro para el Estudio de la Cristiandad Global”, que publica la muy consultada “Base de Datos Cristiana del Mundo”, dice que hay actualmente 111 millones de cristianos en China, más o menos el 90% protestantes, y la mayoría de ellos pentecostales. Esto, de ser verdad, haría de China el tercer país con un número mayor de cristianos de la tierra, solamente detrás de Estados Unidos y Brasil.

El Centro calcula que para el 2050 habrá 218 millones de cristianos en China, el 16% de la población, suficiente para hacer de China la tercera nación más ampliamente cristiana del mundo. Según los estudios del Centro, se dan en China cada día unas 10,000 conversiones.

Los datos religiosos son notoriamente imprecisos en un estado oficialmente ateo, y no todos aceptan estos cálculos deslumbrantes. En la puesta al día de su libro del 2006 “Jesús en Beijing”, el anterior jefe de la agencia de la revista “Time” en Beijing, David Aickman, calculó el número de protestantes en 70 millones. Richard Madsen, que fue misionero de Maryknoll y autor de “Los Católicos en China”, me dijo que él propondría un número más bajo todavía, unos 40 millones. Esto está en línea con el “World Factbook” de la CIA, otra fuente extensamente consultada.

Sin embargo, aun esos cálculos más conservadores significarían que el protestantismo en China experimentó aproximadamente un crecimiento del 4,300 por ciento en la segunda mitad del siglo pasado, sobre todo después de la Revolución Cultural del siglo pasado, al final de los 1960 y en los 1970. Una serie de video en cuatro partes salida en 2003, llamada “La Cruz: Cristo en China”, y producida por el documentalista chino Yuan Zhiming, entrevista a muchos de los líderes de esta renovación espiritual, cuyo dinamismo o energía evangélica es palpable. Es muy de notar que el protestantismo despegó con fuerza después de la expulsión de misioneros extranjeros; esto quiere decir que la mayor parte de la expansión ha sido “hecha en casa” (made in China) por creyentes del país…

Curiosamente, este próspero “mercado de almas” parece haber desplazado ampliamente a la Iglesia católica. En 1949, había 3,3 millones de católicos. El cálculo más común hoy en día es de 12 millones. En este tiempo, la población china creció multiplicada por cuatro, lo que significa que el catolicismo ha hecho poco más que seguir el mismo ritmo. Hace medio siglo, el protestantismo chino era tres veces y media menor que el catolicismo; hoy, es al menos tres veces y media mayor.

En una entrevista del 2003, el entonces obispo Mons.José Zen de Hong Kong (ahora Cardenal) dijo que los protestantes estaban ganado la competición por las almas de China.

Obviamente, dada la dura persecución de los católicos chinos, sólo el hecho de que la fe sobreviva ya es de alguna manera un milagro. Esa persecución continúa hasta hoy. Justamente la semana pasada, tres sacerdotes católicos fueron arrestados en Mongolia Interior por rechazar someterse a la “Asociación Católica de China”, patrocinada por el estado. El heroísmo del clero y del laicado chinos es sin duda uno de los capítulos de mayor inspiración en la historia de la Iglesia.

Sin embargo, la persecución no ha recaído solamente sobre los católicos. Protestantes, Budistas, Maoístas, Musulmanes, los Falungong, y otros, muestran historias semejantes de martirio. Un pastor protestante le dijo a Aikman: “La cárcel china es mi seminario. Las esposas policiales y los palos eléctricos nocturnos son nuestro material o equipo. Eso constituye un entrenamiento especial de Dios para el Evangelio”. A pesar de semejantes experiencias, aparentemente el catolicismo no ha experimentado el mismo resurgir reciente.

¿Por qué no? Los observadores veteranos de China ofrecen generalmente cuatro explicaciones.

1 . Falta de Infraestructura Eclesial

Según un análisis del 2005 hecho por la religiosa de Maryknoll, Sor Betty Ann Maheu, hay en China unas 6,000 iglesias católicas, pero solamente con 3,000 sacerdotes, lo que significaría que aproximadamente a la mitad de las iglesias católicas en el país les falta un sacerdote residente. Por lo general, la proporción católicos-sacerdote en China es más o menos de 4,000 a uno, mejor que en América Latina donde es de 7,000 a uno) o el Caribe (más de 8,300 a uno), pero considerablemente peor que en Europa (1,100 a uno) o Estados Unidos (1,300 a uno). También, un número significativo de sacerdotes chinos están en la cárcel o sometidos a otras formas de supervisión.

Sor Maheu afirma que, a corto plazo, es probable que la escasez de sacerdotes en China se agudice. “Hubo un boom vocacional al comienzo de los 1980 -dijo-, pero hoy los números van bajando, mientras las oportunidades económicas expansivas hacen más difícil el reclutamiento y la perseverancia”. Madsen dice que incluso en Shanghai, considerado normalmente como la comunidad urbana católica más dinámica en el país, la mayoría de los seminaristas proceden de los poblados católicos rurales, cuya población está en declive.
China tiene 110 diócesis y 114 obispos activos, lo que en teoría significa que la mayoría de las diócesis deberían tener un obispo. Sin embargo, al menos una docena de obispos están en la cárcel, bajo arresto domiciliario o sujetos a severa vigilancia. A causa de las dudas sobre la legitimidad de obispos que se han inscrito con el gobierno, su liderazgo es impugnado con frecuencia. Dadas las tensione crónicas entre China y el Vaticano, las diócesis permanecen a veces vacantes por largos períodos de tiempo. Algunos de los obispos más jóvenes en el mundo hoy están en China, muchos nombrados a la edad de treinta años recién cumplidos, en parte por miedo a que la oportunidad para nombrar otro obispo no se presente de nuevo tan pronto.

Sor Maheu advierte que hay más de 5,000 religiosas consagradas en China, y dice que el crecimiento de la vida consagrada tiene un futuro “muy prometedor” para la Iglesia.

2. La Sociología del Catolicismo Chino

Históricamente, el catolicismo en China era casi enteramente un fenómeno rural. Madsen dice que a pesar de la urbanización incontrolada, probablemente del 70 al 75 por ciento de los católicos están todavía concentrados sobre todo en pueblos homogéneos católicos, especialmente en las provincias de Hebei y Shanxi, al noreste, cerca de Beijing. Incluso la franja urbana del catolicismo, dijo él, está compuesta en su mayor parte por aldeanos que han emigrado a la ciudad; y la experiencia nos dice que muchas veces les resulta difícil mantener la fe en el nuevo ambiente de la gran urbe.

La tenacidad de esos aldeanos católicos es realmente materia de leyenda. El libro “Los católicos de China” cuenta la historia de un pueblecito en la provincia de Shanxi a donde llegó en 1985 un equipo de planificación familiar para intentar favorecer medios anticonceptivos, de acuerdo a la política del estado de “un-solo-hijo”. Los vecinos del pueblo rodearon el vehículo, y cuando los miembros del equipo se retiraron a su residencia, les arrojaron piedras por las ventanas. Finalmente el equipo tuvo que ser rescatado por la policía, y huyó del pueblo.

Sin embargo, el carácter rural de la Iglesia significa también que está discapacitada y desfavorecida en términos de expansión misionera, ya que con frecuencia se asume como mayor prioridad el preservar las comunidades católicas existentes que el hacer nuevos conversos. Los católicos están menos representados en áreas urbanas, donde se están creando los más vibrantes “mercados de almas” para los nuevos movimientos espirituales.

La insularidad de algunas comunidades rurales, dice Madsen, significa también que muchas reformas desencadenadas por el Concilio Vaticano II (1962-1965) nunca llegaron realmente a China. Incluso en la cosmopolita Shanghai, la primera misa en lengua china no se celebró hasta 1989. (Irónicamente, éste es un punto en el que tanto comunistas chinos como católicos tradicionalistas están de acuerdo. Ambos prefieren la misa en latín; en el caso de los comunistas porque significa que la mayoría de la gente no la entenderán).

3. División Interna

El catolicismo chino está profundamente lacerado por la cuestión de cooperación con el régimen comunista. Por lo general -dicen los observadores de China- los católicos que toleran la vigilancia estatal lo hacen no por entusiasmo por el proyecto oficial de una “iglesia autogobernada, autofinanciada, auto-propagada”, sino más bien porque ésa parece ser la mejor estrategia de sobrevivencia. Sin embargo, los católicos que rechazan esta opción, motivados por su inquebrantable lealtad al papa, y que con frecuencia tienen que aguantar la cárcel, el acoso y la discriminación, miran frecuentemente a los católicos “abiertos” como demasiado transigentes y acomodadizos.

En su forma más extrema, las divisiones pueden volverse violentas. En 1992, un sacerdote de la “iglesia abierta” en Henan fue asesinado por un seminarista disgustado, que alegaba que se le había negado la ordenación sacerdotal a causa de sus lazos con la iglesia no oficial. El sacerdote colapsó y murió durante la misa, después de beber de lo que realmente era un cáliz envenenado.

En años recientes se han visto esfuerzos significativos para sanar esta brecha y ruptura. Se suele calcular que hasta el 90 por ciento de los obispos ordenados sin la autorización del papa han recibido ahora el reconocimiento del Vaticano. Los católicos, tanto de la “iglesia abierta” como de la iglesia no inscrita con el gobierno, con frecuencia celebran el culto juntos y reciben los sacramentos del mismo clero; ha llegado a ser un mantra común que “sólo hay una iglesia católica en China”. Sin embargo, la amargura difícilmente es una pieza de museo. El Papa Benedicto XVI dio a conocer o hizo pública una “Carta a los católicos chinos”, en Mayo, que llamaba a la unidad, garantizaba que el catolicismo no es un enemigo del estado, pero también insistía en que la iglesia no puede aceptar interferencia alguna en su vida interna. Es digno de notar que Benedicto XVI revocó las facultades dadas en 1978 a los obispos “clandestinos” para designar sucesores y para ordenar sacerdotes sin contacto con Roma. Acalorados debates se desencadenaron sobre cómo interpretar la carta papal. Un intercambio duro e irritado ha surgido entre el misionero belga P. Jerónimo Heyndrickx, frecuente consejero del Vaticano en China, y el Cardenal José Zen de Hong Kong, que abiertamente critica al régimen comunista.

A principios de julio, Heindrickx publicó un comentario sobre la carta del papa en la revista “Union of Catholic Asian News”, subrayando que el papa llamaba al diálogo y la unidad. Entre otras cosas, Heindrickx sugería que sería deseable que los obispos clandestinos salieran a la luz pública.

El 18 de julio, Zen hizo pública una dura respuesta, en la que comenzaba afirmando que Heindrickx había perdido el “vasto consenso y la mirada positiva” que antes gozaba entre los católicos chinos.

“Cada iniciativa del P. Heindrickx necesita la aprobación del Sr. Liu Bainian, de la “Asociación Católica Patriótica China” y Encargado Nacional del Gobierno para Asuntos Religiosos, y tiene que ser llevada a cabo conforme a las condiciones impuestas por el mismo Sr. Liu. Así se ha construido, y crecido constantemente, el prestigio del Sr. Liu”, escribió el Cardenal Zen, refiriéndose al cuerpo regulatorio oficial del estado para asuntos católicos.

El Cardenal Zen siguió arguyendo que todavía es necesaria la iglesia clandestina china , y que en muchos casos –si no es en la mayoría- los obispos no deberían solicitar inscripción con el gobierno. Los que actúan sin la autorización del papa, dijo, deberían estar sujetos a sanciones canónicas. Heindrickx respondió, tirando con bala, el 20 de julio: “He aprendido que no se necesita mucho coraje para usar los medios de comunicación para demostrar los puntos de vista personales y para criticar a los demás, mientras se necesita realmente tener agallas para sentarse con los que no están de acuerdo contigo y tener largos diálogos personales para superar diferencias y buscar el punto en común”.

Este intercambio de pareceres opuestos -désele la importancia que se quiera- demuestra, de todos modos, las tensiones que fluyen en el catolicismo chino, que dificultan aprovechar y explotar nuevas oportunidades misioneras.

4. Estrategia Misionera

Gran parte de la conversación católica sobre evangelización en China está normalmente expresada en subjuntivo condicional: “Si China se abriera en libertad religiosa…” o “Si la Santa Sede y China establecieran relaciones diplomáticas…” Se supone implícitamente, a veces, que se requiere un cambio estructural previo para que el catolicismo pueda avanzar realmente hacia una fase de expansión.

Por el contrario, la conversación pentecostal sobre misión está expresada con fuerza en el presente de indicativo. Naturalmente, la mayoría de los pentecostales acogerían con gozo el ser arrestados con menor frecuencia, pero en general no están esperando reformas legales o políticas para poner en marcha y llevar a cabo programas agresivos de evangelización. Los más audaces sueñan incluso con llevar el evangelio más allá de las fronteras de China, a lo largo de la antigua Ruta de la Seda hacia el mundo musulmán, en una campaña conocida como “De Vuelta a Jerusalén”. Como Aickman explica en “Jesús en Beijing”, algunos evangélicos y pentecostales chinos creen que el movimiento básico del evangelio durante los 2,000 últimos años se ha realizado en movimiento de expansión hacia el oeste: de Jerusalén a Antioquía, de Antioquía a Europa, de Europa a América, y de América a China. Los cristianos pentecostales chinos creen que ahora les toca a ellos completar el rizo, llevando el evangelio a países musulmanes, para llegar por fin a Jerusalén. Tan pronto como suceda eso -ellos creen-, se habrá predicado el evangelio al mundo entero.

La mayoría de los expertos consideran ese proyecto como sumamente improbable; Madsen dice que duda que sean más que un puñado de protestantes en China los que tomen en serio la visión “Vuelta a Jerusalén”. Aikman es más audaz, al reportar que en 2005 dos seminarios protestantes clandestinos en China estaban entrenando a creyentes para trabajar en naciones islámicas. En cualquier caso, el dato es revelador como una indicación del fermento misionero.

El obispo Jin Luxian de Shanghai, figura controvertida a causa de su buena disposición para inscribirse con el gobierno, pero que goza internacionalmente del respeto de muchos viejos líderes católicos, es una excepción a la indecisión general católica. Luxian, que por cierto es el sujeto de una reseña aduladora en el último número de la revista “The Athlantic”, está renovando su catedral según la estética tradicional china, como parte de un programa más amplio de forjar una auténtica expresión china de la fe católica.

“La vieja iglesia atraía a 3 millones de católicos”, dijo. “Yo quiero atraer a 100 millones de católicos”.

El Futuro

Según consenso universal, China es una superpotencia emergente, en desarrollo. Su economía creció a una tasa media anual de 9.4 por ciento durante los últimos 25 años, y hoy tiene un PIB de 11 trillones de dólares, que la hace la segunda economía mayor en el mundo después de los Estados Unidos de América. Compañías extranjeras han invertido más de 600 billones en China desde 1978, eclipsando de lejos lo que Estados Unidos invirtió en el Plan Marshall para reconstruir la Europa de posguerra. China tiene ahora una clase media de 200 millones de personas, de las cuales 80 millones son ricos y acomodados. El país exporta en un solo día más que en todo el año 1978.

Por lo tanto, es de suma importancia percatarse de cómo esta situación impresiona y conmociona el mundo de lo religioso, incluso para gente que no tiene interés particular espiritual alguno en el resultado. Si la cristiandad china alcanza alrededor del 20 por ciento de la población, por ejemplo, China podría llegar a ser una versión exponencialmente mayor que Korea del Sur (donde los cristianos son entre el 25 y el 50 por ciento de la población, según el cálculo que uno acepte) —una sociedad más democrática, orientada por normas, básicamente prooccidental. Por otra parte, si los dinámicos movimientos musulmanes crean un enclave islámico en la mitad oeste del país, con lazos y pactos financieros e ideológicos con las formas fundamentalistas Wahhabi del Islam en Arabia Saudita, al menos esa parte de China podría convertirse en un Afganistán más rico y más influyente. Si el creciente pluralismo religioso en China se torna tenso e irritable, ello podría significar que una superpotencia bien armada y rica podría desestabilizarse por un conflicto interno, planteando riesgos para la paz y seguridad globales de la nación.

El catolicismo potencialmente podría ofrecer un ingrediente positivo en el nuevo cultivo o guisado espiritual en China. En buena parte, la Iglesia pudiera reportar números significativos de nuevos miembros, aun cuando el mero crecimiento estadístico no sea un fin en sí mismo - como Benedicto XVI dijo recientemente, “las estadísticas no son nuestra divinidad”. Quizás más importante -Madsen cree-, un catolicismo dinámico y creciente pudiera ser una fuerza importante para la construcción de una sociedad civil sana en China.

Sin embargo, para que esto suceda, deberían afrontarse de alguna manera los cuatro puntos importantes subrayados anteriormente. Actualmente, resulta difícil entrever ese acontecimiento. Como la Hermana Maheu decía en 2005, “A no ser que haya una serie de milagros, en mi opinión el viaje del catolicismo en China continuará siendo penoso en un futuro inmediato e incluso lejano”.

Sin embargo, una clave para explicar la expansión a nivel mundial del pentecostalismo, es que los pentecostales viven justamente en constante expectación de tal serie de milagros. Quizás más que esperar la danza difícil entre Roma y Beijing, “un paso adelante, dos pasos atrás”, para lograr la conclusión, los católicos chinos deberían apropiarse una página del manual de juego pentecostal, y abrazar la visión de “el futuro es ahora”. ¡Qué fascinante sería verlos intentar ese camino!

Artículo aparecido en “National Catholic Reporter” (ncrcafe.org)
el 2 de agosto 2007.
Traducido por Carmelo Astiz, Claretiano.

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